La vida de la soprano, un mito para la posteridad, fue un drama operístico sin lo importante: el compositor
Su pasión estalló durante un crucero por el Mediterráneo en el Christina y duró hasta el fin de sus días. El escritor norteamericano Nicholas Gage desvela en el libro Fuego griego que la pareja tuvo un hijo que murió al poco de nacer.
Maria Callas y Aristóteles Onassis se conocieron el 3 de septiembre de 1957 durante un baile de máscaras celebrado en el hotel Danieli de Venecia. Los presentó Elsa Maxwell, la decana organizadora de fiestas de la alta sociedad de aquella época. Él tenía 53 años y ella, 33. Fue un encuentro muy discreto, aunque ambos se dieron cuenta de que tenían las mismas raíces. Los dos podían jurar con la creatividad e imaginación de un marinero griego. El idilio estalló, es sin duda la palabra adecuada, durante un crucero en el yate del naviero, el Christina, en el verano de 1959.
Empezó entonces una historia apasionada de amores y desamores, de infidelidades y reencuentros, que duró hasta el final de sus días. La pareja tuvo incluso un hijo, que murió a las dos horas de nacer. Lo cuenta con todo detalle el escritor norteamericano Nicholas Gage en Fuego griego, un libro de casi 600 páginas, que Plaza & Janés publicará el proximo 4 de octubre. Gage, que aporta numerosos testimonios y algunos documentos inéditos, presenta la turbulenta relación de la pareja que, en su día, fascinó y escandalizó a medio mundo, como una tragedia griega moderna. Los dos estaban casados cuando iniciaron su romance. Maria había contraído matrimonio con Giovanni Battista Meneghini, 30 años mayor que ella. Y él, con Athina, Tina, hija menor de Stavros Livanos, lo que le permitió entrar en el selecto club de los grandes armadores griegos. Tuvieron dos hijos, Alexander (1948) y Christina (1950).
Onassis había nacido en 1904 en Smirna y era ya multimillonario. Maria Cecilia Anna Kalogeropoulos, verdadero nombre de la Callas, nacida en Nueva York en diciembre de 1923, era una diva famosa, capaz de cantar en italiano, alemán o francés. Aunque los críticos, en general, le reprochaban la falta de técnica, reconocían su carisma en el escenario. Eran dos fuerzas de la naturaleza.
El asalto en serio de Onassis a la Callas se inició en París, el 19 de diciembre de 1958, cuando ella actuaba en una gala benéfica. Llenó su camerino y su casa de rosas rojas. Poco después, Ari y Tina invitaron a los Meneghini a un crucero en el Christina. Maria dijo que no sabía, que tenía la agenda muy llena, que se iba a Londres para una Medea en el Covent Garden. Aristo, como ella empezó a llamarle -para Jackie Kennedy sería Telis-, replicó que iría a Londres a por la respuesta. Y fue. Le organizó una fiesta impresionante y la convenció.
Meneghini, que se olía la tostada, puso todos los obstáculos posibles, pero Maria no dio su brazo a torcer y se compró un montón de ropa para el crucero. El 22 de julio de 1959, el Christina levó anclas. Viajaban a bordo, además de los Onassis y los Meneghini, unos ilustres invitados, sir Winston Churchill y su esposa, lady Clementina, acompañados de su hija, Diana Sandys, y de su nieta, Celia, de 16 años; también estaban Anthony Montague Browne, secretario personal de Churchill, y su esposa Nonie; y, en una de las escalas, se embarcaron Artemis, hermana de Onassis, y su marido, Theodore Garofalides.
Todos ellos asistieron estupefactos al idilio de Maria y Aristo, que empezó con largas charlas nocturnas. Cuando los invitados se retiraban, la pareja permanecía hasta el alba hablando de sus cosas. Onassis, prudente, hizo que se quedase de carabina Nonie Browne. Luego, él comenzó a cogerle la mano en las excursiones y, después, pasando de los invitados, cenaron en solitario. Parece ser que acabaron haciendo el amor en una de las barcas auxiliares. Meneghini, que se pasó la mitad del crucero con náuseas, se fue poniendo nervioso. Primero quiso desembarcar, luego empezó a tontear con las otras mujeres, hasta el punto de que le llamaban Meningitis. Todos, menos Maria, intentaron que los Churchill no se enterasen de lo que pasaba. Fue un escándalo.
Los matrimonios Onassis-Livanos y Meneghini-Callas quedaron destruidos en el crucero, aunque Onassis estaba convencido de que podría disfrutar de su nueva amante sin perder a su esposa y a sus hijos. Lo único que quería Maria era casarse con Aristo y tener hijos. Cuentan sus íntimos, que la soprano se sintió por primera vez amada como persona y no por su talento. Ni siquiera la insistencia de Onassis para que siguiera cantando consiguió convencerla. No volvió a hacerlo hasta nueve meses después. Estaba embarazada.
Pese a que siempre se ha dicho que Maria se sometió a un aborto, instigada por Onassis, en 1966, Gage revela que la soprano quedó embarazada en 1959, al principio de su relación con el armador. La pareja hizo incluso planes para la llegada del niño y empezó a buscar casa en Suiza, donde ella pudiera vivir con el bebé. Entre ellos, hablaban del 'proyecto suizo'.
Maria dio a luz, el 30 de marzo de 1960, a un varón que falleció dos horas después. Fue un parto por cesárea. En el documento que incluye Gage en el libro se dice que el niño 'nació vivo y murió antes de ser notificado su nacimiento'. Está enterrado en el cementerio de Milán. Mientras, Aristo se hallaba nuevamente de crucero con los Churchill pero, según Bruna Lupoli, la criada de toda la vida de la Callas, 'estaba muy afligido cuando telefoneó a la clínica y se enteró de que el niño estaba muerto'. La muerte del bebé atormentó a Maria Callas hasta el final de sus días.
La diva se entregó en cuerpo y alma al naviero. Se cortó el pelo porque él se lo pidió, se quitó las gafas porque el lo quiso... A principios de 1963 no quedaba nada en la vida de Maria salvo su relación con Onassis. Fueron unos amores tormentosos que Onassis intentó recomponer al final de su vida, cuando se dio cuenta de que su matrimonio con Jackie era un fracaso. Pero no tuvo tiempo, la muerte le atrapó antes. El largo romance supuso para 'ambos la inversión emocional más profunda y duradera de sus vidas', concluye Nicholas Gage.Maria Callas y Aristóteles Onassis se conocieron el 3 de septiembre de 1957 durante un baile de máscaras celebrado en el hotel Danieli de Venecia. Los presentó Elsa Maxwell, la decana organizadora de fiestas de la alta sociedad de aquella época. Él tenía 53 años y ella, 33. Fue un encuentro muy discreto, aunque ambos se dieron cuenta de que tenían las mismas raíces. Los dos podían jurar con la creatividad e imaginación de un marinero griego. El idilio estalló, es sin duda la palabra adecuada, durante un crucero en el yate del naviero, el Christina, en el verano de 1959.
Empezó entonces una historia apasionada de amores y desamores, de infidelidades y reencuentros, que duró hasta el final de sus días. La pareja tuvo incluso un hijo, que murió a las dos horas de nacer. Lo cuenta con todo detalle el escritor norteamericano Nicholas Gage en Fuego griego, un libro de casi 600 páginas, que Plaza & Janés publicará el proximo 4 de octubre. Gage, que aporta numerosos testimonios y algunos documentos inéditos, presenta la turbulenta relación de la pareja que, en su día, fascinó y escandalizó a medio mundo, como una tragedia griega moderna. Los dos estaban casados cuando iniciaron su romance. Maria había contraído matrimonio con Giovanni Battista Meneghini, 30 años mayor que ella. Y él, con Athina, Tina, hija menor de Stavros Livanos, lo que le permitió entrar en el selecto club de los grandes armadores griegos. Tuvieron dos hijos, Alexander (1948) y Christina (1950).
Onassis había nacido en 1904 en Smirna y era ya multimillonario. Maria Cecilia Anna Kalogeropoulos, verdadero nombre de la Callas, nacida en Nueva York en diciembre de 1923, era una diva famosa, capaz de cantar en italiano, alemán o francés. Aunque los críticos, en general, le reprochaban la falta de técnica, reconocían su carisma en el escenario. Eran dos fuerzas de la naturaleza.
El asalto en serio de Onassis a la Callas se inició en París, el 19 de diciembre de 1958, cuando ella actuaba en una gala benéfica. Llenó su camerino y su casa de rosas rojas. Poco después, Ari y Tina invitaron a los Meneghini a un crucero en el Christina. Maria dijo que no sabía, que tenía la agenda muy llena, que se iba a Londres para una Medea en el Covent Garden. Aristo, como ella empezó a llamarle -para Jackie Kennedy sería Telis-, replicó que iría a Londres a por la respuesta. Y fue. Le organizó una fiesta impresionante y la convenció.
Meneghini, que se olía la tostada, puso todos los obstáculos posibles, pero Maria no dio su brazo a torcer y se compró un montón de ropa para el crucero. El 22 de julio de 1959, el Christina levó anclas. Viajaban a bordo, además de los Onassis y los Meneghini, unos ilustres invitados, sir Winston Churchill y su esposa, lady Clementina, acompañados de su hija, Diana Sandys, y de su nieta, Celia, de 16 años; también estaban Anthony Montague Browne, secretario personal de Churchill, y su esposa Nonie; y, en una de las escalas, se embarcaron Artemis, hermana de Onassis, y su marido, Theodore Garofalides.
Todos ellos asistieron estupefactos al idilio de Maria y Aristo, que empezó con largas charlas nocturnas. Cuando los invitados se retiraban, la pareja permanecía hasta el alba hablando de sus cosas. Onassis, prudente, hizo que se quedase de carabina Nonie Browne. Luego, él comenzó a cogerle la mano en las excursiones y, después, pasando de los invitados, cenaron en solitario. Parece ser que acabaron haciendo el amor en una de las barcas auxiliares. Meneghini, que se pasó la mitad del crucero con náuseas, se fue poniendo nervioso. Primero quiso desembarcar, luego empezó a tontear con las otras mujeres, hasta el punto de que le llamaban Meningitis. Todos, menos Maria, intentaron que los Churchill no se enterasen de lo que pasaba. Fue un escándalo.
Los matrimonios Onassis-Livanos y Meneghini-Callas quedaron destruidos en el crucero, aunque Onassis estaba convencido de que podría disfrutar de su nueva amante sin perder a su esposa y a sus hijos. Lo único que quería Maria era casarse con Aristo y tener hijos. Cuentan sus íntimos, que la soprano se sintió por primera vez amada como persona y no por su talento. Ni siquiera la insistencia de Onassis para que siguiera cantando consiguió convencerla. No volvió a hacerlo hasta nueve meses después. Estaba embarazada.
Pese a que siempre se ha dicho que Maria se sometió a un aborto, instigada por Onassis, en 1966, Gage revela que la soprano quedó embarazada en 1959, al principio de su relación con el armador. La pareja hizo incluso planes para la llegada del niño y empezó a buscar casa en Suiza, donde ella pudiera vivir con el bebé. Entre ellos, hablaban del 'proyecto suizo'.
Maria dio a luz, el 30 de marzo de 1960, a un varón que falleció dos horas después. Fue un parto por cesárea. En el documento que incluye Gage en el libro se dice que el niño 'nació vivo y murió antes de ser notificado su nacimiento'. Está enterrado en el cementerio de Milán. Mientras, Aristo se hallaba nuevamente de crucero con los Churchill pero, según Bruna Lupoli, la criada de toda la vida de la Callas, 'estaba muy afligido cuando telefoneó a la clínica y se enteró de que el niño estaba muerto'. La muerte del bebé atormentó a Maria Callas hasta el final de sus días.
La diva se entregó en cuerpo y alma al naviero. Se cortó el pelo porque él se lo pidió, se quitó las gafas porque el lo quiso... A principios de 1963 no quedaba nada en la vida de Maria salvo su relación con Onassis. Fueron unos amores tormentosos que Onassis intentó recomponer al final de su vida, cuando se dio cuenta de que su matrimonio con Jackie era un fracaso. Pero no tuvo tiempo, la muerte le atrapó antes. El largo romance supuso para 'ambos la inversión emocional más profunda y duradera de sus vidas', concluye Nicholas Gage.
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