jueves, 29 de septiembre de 2016

Annabel Beam (Milagros del cielo)



Annabel Beam tenía sólo cuatro años cuando empezó a padecer lo que su madre Christy llamaba “problemas con la tripa” —dolorosos calambres abdominales acompañados de una aguda hinchazón. Con cinco años, sus intestinos quedaron completamente obstruidos y fue necesaria intervenirla de urgencia, la primera de muchas cirugías. Los médicos eran incapaces de determinar por qué los intestinos y estómago de Annabel no funcionaban como debieran. Aunque seguía diez prescripciones médicas, no podía comer ni beber con normalidad y necesitaba alimentación por sonda.

Pero entonces se cayó de un árbol. Y por una relación causa-efecto que desafía toda explicación, Annabel se curó.

Christy Beam conversó conmigo por teléfono el mes pasado y me relató la historia de la rara enfermedad de su hija, su peligroso accidente y su inexplicable sanación. “Estamos tan contentos”, explicaba Christy, “tan apabullados por el impacto que nuestra historia pueda tener sobre el mundo, porque podría marcar una diferencia. Pero en realidad no es nuestra historia; es la historia de Dios. ¡Es abrumadora la idea de que Dios nos use para compartir su historia!”.


Esta historia increíble quedó recogida por primera vez en un libro récord de ventas, Miracles from Heaven: A Little Girl and Her Amazing Story of Healing. [Los milagros del cielo: una niña y su increíble historia de curación]. El 16 de marzo, la historia de Annabel quedará al descubierto en los cines de todo Estados Unidos, en una nueva película protagonizada por Jennifer Garner (como Christy Beam) y Queen Latifah.


En busca de un diagnóstico

Preocupada porque Annabel continuaba deteriorándose y temerosa de que pudiera morir, Christy Beam se negaba a aceptar los diagnósticos que recibía en los centros médicos cercanos a su hogar en Texas. Los médicos locales sugerían de todo, desde alergias a intolerancia a la lactosa; pero Christy estaba segura de que el problema de su hija era algo más serio. Finalmente, la familia Beam se puso en manos de un gastroenterólogo pediátrico, el doctor Samuel Nurko, reputado en todo el país, cuya investigación en el pediátrico Boston Children’s Hospital se centraba en trastornos de motilidad gastrointestinal.


En vista de que Christy no conseguía obtener una cita a pesar de meses de llamadas telefónicas y de cartas, decidió arriesgarse y tomó un avión hacia Boston con Annabel para presentar personalmente su caso al médico. La persistencia cobró sus frutos y el doctor Nurko pudo diagnosticar con precisión la condición de Annabel. La niña sufría, no de uno, sino de dos dolorosos trastornos digestivos, incurables y potencialmente mortales: pseudo-obstrucción intestinal crónica, una rara condición que emula los síntomas de una obstrucción intestinal; y trastorno de hipomotilidad antral, por la que unas débiles contracciones en la parte estomacal del antro causan un retraso de la evacuación gástrica.


El doctor Nurko consiguió inscribir a Annabel en un prometedor estudio; pero debido a que se le estaban prescribiendo fármacos experimentales con efectos secundarios potencialmente importantes, el doctor Nurko necesitaría ver a la pequeña cada seis semanas. A pesar del esfuerzo financiero que tuvo que hacer la familia Beam, madre e hija se convirtieron en frecuentes usuarias del avión, lo que permitió al doctor Nurko mantener una cuidada observación de la condición de su joven paciente.


Un accidente… y un milagro

Cuando Annabel tenía ocho años, de vuelta en casa después de otra hospitalización, se encontraba jugando en el jardín de la casa familiar en Texas. Animada por su hermana mayo, subió al enorme álamo que hay en el patio. Sin previo aviso, la rama en la que se había encaramado crujió y calló. Annabel no tuvo tiempo de asirse; se precipitó diez metros por la oquedad interior del álamo y aterrizó de cabeza en la profundidad del árbol hueco, encajada en la base del nudoso tronco.


Estuvo inconsciente y atrapada durante cinco horas y media hasta que el equipo de rescate consiguió por fin sujetarla con un arnés y subir su cuerpo hasta ponerla a salvo.


Lo que sucedió a continuación sigue siendo un misterio para la madre de Annabel. Christy Beam explicó que la caída de Annabel dentro del árbol, que pudo haberla matado, la curó. Emergió del tronco del árbol húmeda, magullada y sucia, pero bastante bien en todo lo demás. 


De forma inexplicable, cuando Annabel se despertó en el hospital, ya no sentía más dolor. Su abdomen hinchado había vuelto a su tamaño normal y era capaz de ir al baño también con normalidad. Por primera vez, después de meses de alimentación por incómodas sondas, podía comer la comida habitual. Los médicos empezaron a retirarle sus medicaciones y, llegado el momento, se le dio el alta de su gastroenterólogo pediátrico. “Jesús debió estar con esa pequeña dentro del árbol”, dijo el médico, “¡porque está completamente sana!”.


La visión del Cielo de una niña

En los días que siguieron a su inesperada recuperación, Annabel compartió con sus padres lo que había sucedido durante las horas atrapada en las profundidades del álamo. “Mamá, fui al cielo mientras estuve en ese árbol”, dijo la niña. “Me senté en el regazo de Jesús. Me quería quedar allí, pero me dijo que no podía”.


Tras insistirle para que diera más detalles, sus padres supieron que Annabel había visto a su abuela “MeeMee”, que había fallecido algunos años antes. “Por eso supe que estaba en el cielo”, les dijo.


“Siempre pensé que estar en el cielo sería como sentarse en las nubes; pero en realidad es como estar suspendida por encima del universo. Siempre pensé que Dios tenía un gran corazón, y lo tiene, su corazón es tan grande que deslumbra. Sus ojos brillan como la gloria dorada reflejada por el sol”.


A medida que Christy citaba la vívida descripción de su hija del paraíso, se maravilló porque una niña tan pequeña pudiera hablar tan elocuentemente. “No le habíamos enseñado a hablar así”, musitó Christy. “Siempre hemos ido a la iglesia, pero que una niña de nueve años hable con esos términos… bueno, supe que algo dramático había sucedido”.


Durante el reciente preestreno de Los milagros del cielo en Dallas, Annabel amplió la descripción transmitida por su madre: “Todo resplandecía”, me dijo. “La luz venía de todos los lugares, de las flores y de las plantas, incluso la hierba desprendía luz cuando andabas sobre ella”.


Un mensaje de esperanza y aliento

Reflexionando sobre cómo su vida y la vida de su familia habían cambiado a causa de los eventos relacionados con la enfermedad de Annabel y su milagrosa curación, Christy Beam afirmó, “No vivimos nuestras vidas de forma diferente, porque nunca perdimos nuestra fe. Oh, fue duro y para mí supuso todo un reto a veces. Me preguntaba, ‘Vale, Dios, ¿tienes un plan? ¿Cuál es tu plan?’. Pero siempre sentíamos que Dios controlaba nuestras vidas, incluso la enfermedad de Annabel. Ahora que está bien, puede mantenerse fuerte y poner un signo de exclamación a nuestras creencias”.



miércoles, 28 de septiembre de 2016

Colton Burpo



El Cielo es Real, la historia de Colton Burpo

¿Cómo es el cielo? Sin duda sabemos y creemos en el cielo porque nuestro Jesucristo y toda la revelación cristiana nos habla del fin último de nuestras existencia. Pero… ¿alguien ha vuelto del cielo? Seguramente hemos leído de las experiencias de personas sobre la muerte, pero que tal si un niño de 4 años es quien las tiene. Bueno ésta ha sido la experiencia de Colton Burpo y que después del best seller “El cielo es real” se lanza en una película que nos habla de esta experiencia.



En los próximos días se va a estrenar una película que narra una historia ocurrida en 2003, cuando Colton Burpo, un niño de Nebraska, contó a sus padres una serie de experiencias que tuvo cuando tenía 4 años. Se encontraba, a tan corta edad, en un quirófano ya que iba a ser operado de peritonitis. Debido a la gravedad de su estado, los médicos temían por su vida. Bajo los efectos de la anestesia, según relató a sus padres, vivió una experiencia que, aunque sorprendente, no es el único testimonio al respecto que se conoce.


El pequeño Colton estuvo en el Cielo y fue eso lo que contó a Todd Burpo, su padre, un pastor metodista wesleyano (corriente poco dada a visiones y profecías) quien recopiló sus experiencias intentando ver si se ajustaban a lo que conocía de la Biblia. Una de las primeras cosas que le contó fue “Papá, Jesús usó al doctor OŽHolleran para que le ayudara a repararme. Jesús además me dijo que debía ser bueno“.


Posteriormente, la periodista Lynn Vicent colaboró con Todd para publicar un libro con las experiencias de su hijo. Tan sólo en Estados Unidos se vendieron 8 millones de ejemplares. La película, estrenada con notable éxito en aquel país, está previsto que se estrene en España el 19 de junio. Uno puede pensar que se trata de una película más o que es una historia bonita pero que no puede ser verdad. Sin embargo ¿Cual es la experiencia que tuvo el pequeño?


Yo creo que se trata de una vivencia que muestra la realidad de lo que ocurre cuando abandonamos este mundo, prueba que realmente hay vida más allá de la muerte. Lo cual, creo, puede servir para dar esperanza a tantas personas que lo están pasando mal o por el temor a la muerte o porque se ha muerto un ser querido. Por ello creo interesante mostrar, a la luz del candil, lo que vivió Colton.


El niño, como he contado, se encontraba en una operación de apendicitis con tan sólo cuatro años, entre la vida y la muerte. Fue entonces cuando estuvo en el Cielo, viviendo lo que se conoce como una experiencia cercana a la muerte. Sin embargo, no sería hasta 2003, durante un viaje familiar, cuando explicó que mientras se encontraba en el quirófano había recibido la visita de unos ángeles. Todd, su padre, aunque no daba crédito a lo que le contaba su hijo, lo animó a seguir.


Según relató el niño, mientras lo operaban vio a sus padres, que se encontraban en la sala de espera, desconsolados, con temor a perderle. Posteriormente fue dando más detalles de su breve paso por el Cielo, donde entre otros conoció a su bisabuelo Pop, a quien no había podido conocer por llevar muerto más de treinta años. 


También conoció a una hermana, a quien su madre había perdido durante el segundo mes de embarazo, Colton lo relató así: “Me achuchaba, me besaba… Yo era pequeño y eso no me hacía gracia, pero bueno… Luego se lo conté a mi madre y se puso a llorar“.


Pero no solo vio a familiares sino que, según cuenta el pequeño Colton, llegó a conocer a Jesucristo, quien “Tiene pelo castaño, barba larga, la tez un poco oscura y la mayor sonrisa que jamás he visto” y la sensación que hay en el Cielo “No es de furia, ni tampoco tristeza, solo sensación de felicidad“.


 También vio al Arcángel San Gabriel, a San Juan Bautista y a la Vírgen María, además de a una multitud de ángeles, relata: “Vi a Jesús, al Espíritu Santo, muchos ángeles… Y los ángeles me cantaban bonitas canciones”; Jesús es “alto, con barba, cabello castaño oscuro y ojos de un azul muy celeste. Su sonrisa es bellísima. 


Es muy bondadoso, amor puro. Y monta en un precioso caballo blanco”; los ángeles “se parecen a las personas, pero algo más grandes, con alas… Llevan mensajes de Jesús, protegen a las personas, ¡no paran…! El arcángel Gabriel es un bromista, hace reír a todos. 


Y el arcángel Miguel lleva una gran espada en llama”. Además el Cielo es, según la experiencia que vivió Colton un lugar lleno de ángeles y de un gran arco iris, además hay muchos animales. Jesús está sentado a la derecha de Dios, tal como enseña la Biblia, y hay una sensación de inmensa paz


El principal mensaje del libro, y de la película, es simple pero profundo: Cristo ama a los niños y siempre hay esperanza para quienes han perdido un ser querido. Creo que es importante el testimonio de Colton Burpo, parecido al de tantas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte pero a la vez con la diferencia de que se trata de alguien que tan era un niño cuando tuvo esa experiencia, por lo que probablemente cuente con mayor certeza lo que realmente vivió. 


La película, no obstante, no cuenta todo lo que dice el libro, por lo que para quien esté interesado en profundizar en esta historia quizá creo que es mejor que antes lea el libro.


En definitiva, el testimonio de Colton es una muestra más de que lo que decimos los creyentes, que con la muerte no se termina la vida, es verdad. Habrá quien, en su escepticismo recalcitrante, no se lo crea y dirá “será fruto de la anestesia” y cosas así. Pero claro, si el aborto espontáneo que padeció su madre ocurrió unos años antes del nacimiento de Colton y a este nunca le habían contado esta historia ¿Realmente la anestesia puede hacer algo así? o lo del bisabuelo Pop, a quien tampoco había conocido.


 Los necios seguirán negando que hay vida después de la muerte. Los que somos creyentes sabemos que si que hay vida tras la muerte. Cada vez hay más testimonios de personas que han tenido estas experiencias cercanas a la muerte, incluso por parte de los médicos y enfermeros que atendieron a estas personas. Creo que es algo positivo que las personas que han tenido estas experiencias cuenten su historia.


Normalmente, quien ha tenido una experiencia de este tipo pierde el miedo a la vida (en realidad no tenemos miedo a la muerte, tenemos miedo a la vida) y tampoco teme morir. Sin embargo hay mucha gente que teme a la vida, que teme la muerte y testimonios como el de Colton pueden serles de gran ayuda. Sí, verdaderamente el Cielo es real. 


Yo he tenido alguna experiencia más o menos parecida (no tan fuerte) y puedo corroborarlo. Hay vida después de esta vida. Demos esperanza a nuestros amigos y familiares.



lunes, 26 de septiembre de 2016

Alexia González-Barros



Alexia González-Barros González (Madrid, 7 de marzo de 1971 - Pamplona, 5 de diciembre de 1985) fue una niña española que está en proceso de beatificación. Murió a los 14 años a causa de un proceso tumoral en la columna vertebral conocido como sarcoma de Ewing.

Biografía

Nació en Madrid el 7 de marzo de 1971 y fue la menor de siete hermanos. Desde los 4 años de edad hasta el comienzo de su enfermedad cursó sus estudios en el colegio "Jesús Maestro" de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Con 13 años, el 4 de febrero de 1985, se le diagnostica un tumor maligno que en poco tiempo la deja paralítica. Sufre cuatro largas operaciones y prolongado tratamiento médico durante los siguientes 10 meses. En las distintas biografías publicadas sobre su vida, como la de María Victoria Molins o Miguel Ángel Monge, se refleja cómo Alexia aceptó su enfermedad y decidió ofrecer su sufrimiento y sus limitaciones físicas por la Iglesia, por el Papa y por los demás; destacando su fortaleza, paz y alegría, que fueron constantes a lo largo de su enfermedad.

Falleció el 5 de diciembre de ese mismo año.


Causa de beatificación

La causa de beatificación de Alexia fue introducida en Madrid el 14 de abril de 1993 y clausurada el 1 de junio de 1994. La fase de Roma comenzó el 30 de junio de ese mismo año. El Decreto de Validez fue otorgado por la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos el 11 de noviembre de 1994.


Documental

En 2011 se estrenó un documental sobre su vida dirigido por Pedro Delgado

Película

La película Camino2 , de Javier Fesser, fue estrenada el 17 de octubre de 2008 en España y está inspirada en la vida de Alexia.


El director afirmó que todo lo que aparece en la película tiene base real y que intentó retratar a una familia del Opus Dei con una hija en trance de muerte, realizando una exhaustiva investigación «sobre otros casos de "olor de santidad" y sobre el modo de operar del Opus Dei», conduciéndose como un «espectador neutral». Sin embargo, la cinta tuvo cierta polémica debido a la forma en que retrataba a sus personajes, supuestamente alejada de la realidad. De hecho, la familia de Alexia afirmó en un comunicado que «en ningún momento ha existido ni existe relación, colaboración o participación de ninguna clase con el director, guionista, productor o cualquier otra parte responsable de tal ficción».



La beatificación de Alexia, la niña protagonista de la polémica película de Javier Fesser, parece imparable. Será la pequeña santa del Opus. Pero hay un gran trecho entre el personaje real y del cine.

JOSÉ MANUEL VIDAL

Quieres mucho a Jesús, ¿verdad, mi vida?
—Sí.
—Te vas al cielo, hija. Él te está esperando porque te quiere mucho. Y la Virgen también, que te quiere aún más que yo.
—Sí.
—¿Eres feliz, hija?
—Sí —respondió la niña y expiró.



Una gran lágrima rueda por la mejilla derecha de Alexia González-Barros, mientras su madre, Moncha, se deja mecer por un llanto dulce y represado durante años. Eran las 11.05 de la mañana del día 5 de diciembre de 1985. Alexia tenía tan sólo 14 años. Y, sin embargo, murió aceptando la voluntad de Dios. En la habitación 225 de la Clínica Universitaria de Navarra. Terminaba así su calvario de 11 largos meses de lucha contra un tumor maligno que ya la había dejado paralítica. Hoy su caso se reabre. Porque su proceso de beatificación está ya en Roma y, en cualquier momento, la Iglesia puede decidir elevarla a los altares. Y, sobre todo, porque es la protagonista involuntaria de Camino, la última película que acaba de estrenar Javier Fesser.


¿Quién era Alexia?, ¿la película refleja su historia real?, ¿cuál es su auténtico rostro?

Alexia nació el 7 de marzo de 1971 en el seno de una familia acomodada y de profundas raíces religiosas. Francisco y Moncha (Ramona) vivían en un piso del número 110 de la calle Galileo de Madrid. Ella pertenecía al Opus Dei (él entrará más tarde) y, como prescriben los cánones de la Obra, aspiraba a tener una familia numerosa. De hecho, cuando nace Alexia, se encuentra con cuatro hermanos. Y otros dos que habían muerto a los pocos meses de haber nacido. «Nuestras espinas siempre tuvieron rosas», solía decir Moncha.


Francisco y Moncha eran primos hermanos y miembros de una de las familias de mayor alcurnia de la comarca pontevedresa de Deza. Con pazo y dedicados a las obras públicas desde siempre. Primero en Galicia y después en Madrid. Conciliador y dialogante y con capacidad directiva, él dirige la empresa familiar de construcción y ella se dedica por entero a los hijos y a la casa. Como debía ser en una familia tradicional católica de entonces. Fueron llegando los hijos. La primera, María José, hoy numeraria del Opus Dei. La última, el regalo de Alexia, cuando en la familia ya hablaban de adoptar a un niño vietnamita.


Alexia sentía adoración por su padre, se identificaba totalmente con su madre y admiraba a su hermana mayor. Una infancia feliz, arropada por padres y hermanos. Y aprovechada. Para esponjar la mente de una niña despierta, la casa de los González-Barros era especial. Porque había de todo. De Francisco, el artista de la familia, aprendió a pintar. De José Damián, música. Y la lectura fue siempre un vicio familiar. Los domingos, toda la familia, después de misa, iba a la Cuesta Moyano de Madrid, donde hay permanentemente instalada una feria de libros de ocasión. Alexia compraba allí sus tebeos y libros preferidos: el loto azul de Tintín o Platero y yo. Además, como había posibles, la familia viajaba.


Desde muy pequeña, Alexia recorrió España y Europa. Dos viajes dejaron huella en ella. El año anterior a su muerte, visitó Tierra Santa. Antes, a los ocho años, había estado en Roma. Hizo la primera comunión en la capilla donde descansan los restos de San Josemaría Escrivá y, además, tuvo el privilegio de acercarse al Papa, en una audiencia general. Juan Pablo II, que la acarició y le hizo una cruz en la frente. ¿Un signo premonitorio?

La familia y la escuela eran sus universos vitales. Alexia ingresó a los cuatro años en el colegio Jesús Maestro de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Un centro de pago, muy cercano a su casa de Madrid y entonces sólo de niñas. «Era una niña muy normal, de notables, buena compañera, responsable y vital. Eso sí, tenía carácter y era impulsiva», recuerda la hermana Isabel Olmedo, que fue su tutora.


EL ABORTO

Y muy piadosa. Alexia mamó con total naturalidad la fe cristiana. Su madre, todas las noches antes de dormirse, le hacía la cruz en la frente y le decía: «Hija, que el Señor te bendiga y te haga santa». En esa clave hay que leer la carta que envió al diario Ya, publicada el 28 de marzo de 1983, para protestar contra el aborto. «Tengo 12 años y soy la séptima de mis hermanos... Si mi madre hubiera sido una de esas que quieren matar a sus niños antes de nacer, yo no habría nacido. Me gustaría decirles que no los maten, por favor».


Una piedad que llamó la atención de sor María Victoria Molins, una de las monjas que le dio clases y que, después, escribiría su primera biografía. «A los cinco años, iba a la capilla y se quedaba mirando al sagrario. Una vez, me acerqué y le pregunté: «¿Qué le dices a Jesús?» Y ella me contestó: «Jesús, que haga siempre lo que Tú quieres»». Sentía la presencia de su ángel de la guarda y le puso un nombre: Hugo. «Pero no era nada ñoña», añade sor Victoria. Ni iba para monja. De hecho, a los 12 años, le confesó que le gustaba un chico, al que veía pasar en los veranos desde la casa de sus primos en Palamós (Gerona) y con el que nunca llegó a hablar.


No tuvo tiempo de enamorarse. El 4 de febrero de 1985 se le declaró un tumor maligno que, en pocos días, la dejó paralítica: sarcoma de Ewing. Durante 10 meses, Alexia sufrió cuatro operaciones y los padecimientos propios y terribles del cáncer. Vivió su calvario con entereza y sin un mal gesto. «Jesús, yo quiero ponerme buena, quiero curarme, pero si Tú no quieres, yo quiero lo que Tú quieras», solía decir.

Los últimos días de su vida pasa, incluso, por una cierta noche oscura del alma. Siente —y así se lo dice a los suyos— que Hugo, su ángel custodio, se va y que la rodean los demonios. Su madre los ahuyenta con agua bendita y Alexia respira aliviada: «Ya se han ido todos los negros. Y ya ha vuelto Hugo». Y con Hugo se fue al cielo.

Miles de personas le rezan. Roma no tardará en elevar oficialmente a los altares a Alexia, la niña santa de la Obra.


Película y aplauso con disgusto

La gran batalla de la familia de Alexia no está siendo sólo el proceso para llevar a la niña a los altares de Roma. Desde que se estrenó la película Camino (recibida por la crítica con pareceres diversos; la revista Metrópoli la calificaba este viernes dándole una sola de las cinco estrellas posibles), los González-Barros y el Opus Dei andan reclamando al director de la cinta rectificaciones por situaciones de la vida de Alexia narradas en Camino. A su modo de ver, se deforman «las actitudes sentimientos que mueven a quienes forman parte de esta realidad de Iglesia». La familia de Alexia, incluso, denunció en un comunicado firmado por uno de los hermanos (Alfredo) que la película llegaba, «con invenciones que deforman», a presentar la realidad con un «carácter caricaturesco e insultante para la familia». Incluso pedía al director que rectificara públicamente «tu aserto de que los padres y hermanos de Alexia se despidieron de su hija y hermana con un aplauso».
Otras quejas de la familia sobre el filme —cuyo cartel aparece abajo junto a una foto de Alexia ya paralítica— son que desfigura al padre de la niña (lo presenta como pusilánime cuando «tenía sólidas convicciones») y a la madre (aparece como «fanática y manipuladora», pero, dicen, era «culta, cariñosa y decidida a que sus hijos aprendiesen por sí mismos»). Le pone Jesús al novio inexistente de Alexia, para «crear confusión». Y se dice que Alexia tenía «horror a los ángeles», cuando «desde pequeña tuvo mucha devoción por Hugo, su ángel custodio».