martes, 14 de junio de 2016

Hernán Cortés y La Malinche



México aporta al mundo de la ficción romántica su propia versión de parejas célebres. Más allá de Romeo y Julieta, Cleopatra y Marco Antonio o Henry Miller y Anais Nin, encontraremos circunstancias verdaderamente interesantes en la pareja formada por Hernán Cortés y Malinalli Tenépatl, mejor conocida como La Malinche.


El primer gran giro en la vida de Malinalli se dio cuando apenas era una niña y fue entregada en calidad de esclava, como compensación al enemigo tras la derrota en una de tantas guerras ganadas por los Mayas a los Aztecas. Esto explica la formación bilingüe e incluso bicultural de La Malinche. Su condición de trofeo de guerra se vuelve a presentar cuando los Mayas pierden una nueva batalla, esta vez ante los españoles. De esta manera, Malinalli, formando parte de un ramillete de jóvenes mujeres, fue mejor valorada por los conquistadores quienes procedieron a no despreciar los manjares que les daba la vida.


El párrafo anterior está escrito con el mayor decoro posible, a reserva de que usted interprete las crueles consecuencias de las guerras más allá del contacto físico entre enemigos, que tras el conflicto bélico pasa al contacto físico entre vencedores y vencidas. Supongo que soy pacifista por esto último y no precisamente por el hecho de la guerra misma.


Hernán Cortés de 35 años conoce a Malinalli, de apenas 18, claro, en edad de votar, pero en circunstancias desventajosas para ella y todas las mujeres mesoamericanas, nuestras abuelas.


Los historiadores, unánimemente, descartan un romance entre Cortés y Malinalli, pero no alcanzan a explicar la razón por la cual siempre estaban juntos en los negocios y en las horas de asueto. Los historiadores prefieren dejar esa explicación a los sicólogos, abogados e incluso a los médicos, para que expliquen cómo es que Cortés y Malinalli tuvieron un hijo, el cual no fue reconocido por su padre, pero bautizado como Martín Cortés, mejor conocido como El Mestizo, para diferenciarlo del otro Martín Cortés, hijo de Hernán y de su legítima señora esposa.


Existen tres posibles escenarios en los que podemos colocar históricamente a Malinalli Tenépatl:


El Romántico, es decir la mujer mítica, haciendo a un lado la interpretación errónea que muchos le dan al término “romántico”. En este caso se debe ver a Malinalli como un elemento que nutre la fantasía colectiva. Algo similar a una telenovela en la que una humilde sirvienta rompe con su fatal destino y se encumbra.


El Fatalista, que culpa a Malinalli de todo lo malo que nos ha sucedido como país, considerándola un símbolo de traición. En este escenario surge el término “malinchismo”, que es peyorativo, utilizado como sinónimo de entreguismo ante lo extranjero. Recomiendo, si quiere usted profundizar en el tema, lea El Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz, en el que el autor desarrolla un discurso verdaderamente revelador de nuestra condición como mexicanos y el peso cultural de esta mujer.


El Maternal, otorgándole el adjetivo de Madre Fundadora, es decir la Madre de la Invención de nuestra Patria Mestiza.


Finalmente recomiendo dos cosas: Uno: Reflexionemos sobre los contextos y circunstancias en esta relación de dos seres humanos. Dos: Dejemos de usar el apodo Malinche al referirnos a ésta mujer, que tiene nombre y apellido: Malinalli Tenépatl, y es, aunque a muchos no les guste, mujer que forma parte de nuestra historia: la más grande de nuestras abuelas.


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