La reina más famosa de Egipto y su hermano pequeño se casaron, compitieron por el trono y guerrearon.
Cleopatra Filopátor o Cleopatra VII (hacia 69-30 a.C.), última reina del período helenístico de Egipto y de la dinastía ptolemaica o lágida –fundada por un general de Alejandro Magno–, es sin duda el personaje más famoso de la antigüedad egipcia junto con los muy anteriores Nefertiti y Tutankamón.
Su mítica belleza (aunque desmentida por algunos grabados y bustos), su astucia política, sus amores con Julio César y Marco Antonio o su suicidio por la venenosa mordedura de un áspid han sido objeto de obras de teatro (Shakespeare, Bernard Shaw), películas (la más célebre, con Elizabeth Taylor), novelas, pinturas, etc.
Mucho menos conocido es su hermano Ptolomeo XIII, pero su curiosa y trágica historia está indisociablemente ligada a la de Cleopatra. El padre de ambos, Ptolomeo XII, los nombró coherederos del trono de Egipto y así se convirtieron en reyes a su muerte en el año 51 a.C: ella tenía 18 años y su hermano sólo 12, pese a lo cual se desposaron, siguiendo el mandato del testamento paterno y la tradición de los lágidas. Claro que enseguida, por edad y experiencia, Cleopatra se hizo con las riendas del Estado y relegó a Ptolomeo a un papel de mero comparsa. Pero éste no estaba dispuesto a tirar la toalla y empezó a conspirar contra la reina.
Tratando de ganar el favor de Julio César –Roma tutelaba a Egipto por entonces y se hallaba en plena guerra civil–, el faraón adolescente hizo matar y decapitar a su enemigo, Pompeyo. La jugada le salió mal: a César le desagradó este asesinato y, además, cayó rendido a los encantos de Cleopatra, con quien inició una relación de la que nacería un hijo.
Así, la egipcia se afianzó en el trono y su hermano pasó a ser rehén de la pareja en Alejandría. No se resignó y, apoyado por su hermana Arsinoe, desató una guerra fratricida que acabaría con su derrota a manos de las tropas de César y su muerte por ahogamiento en el Nilo, el 13 de enero de 47 a.C.
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