Saadi de Shiraz contaba la siguiente historia:
“Cuando era niño yo solía rezar con mi padre, mis tíos y primos. Todas las noches nos juntábamos para escuchar un trozo del Corán.
"Una de esas noches, cuando mi tío leía, me di cuenta que la mayoría de los presentes estaba dormitando. Entonces le comenté a mi padre:
—Ninguno de estos dormilones es capaz de permanecer atento a las palabras del profeta. ¡Jamás llegarán a Dios!
"Y mi padre respondió:
—Hijo querido, busca tu camino con fe y deja que cada uno se preocupe de sí. Tal vez en sus sueños ellos están conversando con Dios. Para mí sería mil veces preferible que hubieras estado durmiendo con ellos a tener que escuchar este duro juicio y esta condena”.
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