jueves, 7 de febrero de 2019

Ni tú ni yo somos los mismos



El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión.

Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.

Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido y permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.

Días después el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido Devadatta preguntó: — ¿No estás enfadado, señor?
—No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
— ¿Por qué?
Y el Buda dijo:
—Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando fue arrojada.

El Maestro dice: Para el que sabe ver, todo es transitorio; para el que sabe amar, todo es perdonable. Repite a diario: Perdono a todo el que necesite mi perdón y me perdono a mi mismo, tres veces al levantarte, tres veces al acostarte —por lo menos— y siente que perdonas desde el fondo de tu corazón.

Cuando perdonamos actuamos con la energía de nuestra Presencia de Dios interior... y ten en cuenta que con perdonar te quitas una mochila pesada.



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