Dos tortugas protagonizan la mayor historia de amor (y desamor) de todos los tiempos
En 2011, tras casi un siglo como pareja, los quelonios Bibi y Poldi rompieron su relación y aún no sabemos por qué
Romeo y Julieta, Marco Antonio y Cleopatra, Juana la Loca y Felipe el Hermoso... Si piensas en las grandes historias de amor que han ocurrido a lo largo de los años, estas son algunas de las que primero te pueden venir a la mente. Pero la leyenda del romance que duró ¡casi un siglo! de Bibi y Poldi las empequeñece a todas.
Bibi y Poldi viven en el Reptilienzoo Happ de Klagenfurt, Austria, y hasta hace poco eran la pareja perfecta. Poldi es elegante, sociable, de ojos brillantes y con predilección por que le rasquen el cuello. Bibi presume de porte regio y se la ha comparado con Greta Garbo. Comparten aficiones: a ambas les gusta tumbarse al sol y comer tomates. Y un dato importante, ambas son tortugas de las Galápagos.
También tienen una historia compartida. Aunque los detalles sobre sus primeros años de vida se pierden en el tiempo, ambas salieron de un huevo sobre el año 1897 y crecieron juntas en un zoo suizo. Su relación sentimental comenzaría en los felices años veinte y se mudaron a Austria en la década de los 70. Para entonces eran una pareja feliz y consolidada.
Pero, según informa la web Atlas Obscura, un aciago día de 2011 todo cambió. Uno de sus cuidadores vio cómo Bibi mordía a Poldi y le arrancaba un trozo de su caparazón. Aunque esta especie de tortugas no tiene dientes, su mandíbula es muy poderosa. Temerosos de que siguieran peleando, al personal no le quedó más remedio que separarlas, tras casi un siglo durmiendo juntas, tras pasar de la mano (o de la pata) por la Gran Depresión, dos guerras mundiales... ¡Qué tragedia!
Por supuesto, sus cuidadores intentaron todo lo que se les ocurrió para que los reptiles volvieran a enamorarse. Citas, juegos, románticas cenas a base de sus tomates favoritos, incluso introdujeron una tortuga de plástico para crear un triángulo amoroso... Nada tuvo éxito. Se les rompió el amor, de tanto usarlo.
Bibi y Poldi viven ahora cada una en su propio apartamento, como dos divorciados que se toleran a regañadientes. Aunque, reacios a rendirse, en el zoo les han instalado una ventana de cristal en la parte que divide los jardines donde ambas ancianas tortugas toman el sol, para que, si quieren, se contemplen sin peligro de mordeduras. Quién sabe, donde hubo fuego...
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