El amor entre José Iranzo y Pascuala Balaguer es de aquellos que dejan huella en los corazones de quienes se acercan a conocer a esta entrañable pareja. A pesar de llevar más de 76 años de casados continúaban mirándose a los ojos con el amor y la ternura de antaño.
La historia de amor de estos dos andorranos comenzó en el campo, habitat natural del pastor, entre el trillo y el ganado. «Éramos todavía mocicos cuando yo me fijé en la Pascuala», expresa José. «Ella era guapa y muy inteligente y yo me tenía por feo, por eso pensé que nunca se fijaría en mi», añade el Pastor en un reportaje hace un año con motivo de su centenario.
Pascuala vivía en El Ventorrillo, una masada ubicada a menos de 500 metros de El Saso. Allí pasaba los veranos, cuando regresaba al pueblo tras servir en Tarragona. Y fue en uno de esos veranos mozos cuando conoció a José, quien por aquel entonces trabajaba de criado en un masada próxima a la de Pascuala. Fue precisamente la voz del pastor lo que llamó la atención de la joven. «Yo escuchaba desde mi ventana a los mozos cantar mientras trillaban, y me fijé en la voz de José. Pensé que si se la educaba podría ser un gran cantandor», relata Pascuala.
A José no le hizo falta mucho para enamorarse perdidamente de Pascuala, bastó con entrecruzar unas breves palabras para que el pastor se diese cuenta de que ella era el amor de su vida. Sin embargo, pasaban las semanas y José no lograba reunir el valor suficiente para declararse. Recurrió al hermano de Pascuala, también llamado José. Le hizo saber que quería a Pascuala como novia pero que no se decidía por temor al rechazo.
El hermano de Pascuala transmitió los deseos de José a su madre, la Tía Joaquina, quien mandó llamar a José. Sentados junto al calor del fuego, los futuros yerno y suegra intercambiaron confidencias. El pastor confesó su sentir hacia Pascuala, y Joaquina le animó a declarar su amor a su hija. José no cabía en sí de alegría. Ahora contaba con el apoyo de la familia de Pascuala, quien fue conocedora de los intereses de José a través de su madre. Y fue un domingo, durante el baile, cuando José se lanzó a conquistar a su futura esposa.
La primera prueba de amor llegó antes de la boda en forma de contienda. La Guerra Civil separó a los dos enamorados cuando José fue llamado a filas. Luchó en ambos bandos, siempre guardando en lo más profundo de su alma el recuerdo de su amada Pascuala
Tras trece meses de separación, José y Pascuala se casaron. Fue el 16 de septiembre de 1939, tras las fiestas de San Macario. La boda, la primera celebrada en el templo de Andorra tras la guerra, tuvo lugar a las siete de la mañana. Una hora más tarde el autobús de Correos les llevó hasta la capital maña donde pasaron su Luna de Miel.
Desde entonces, ambos han caminado de la mano, unidos por un amor tan profundo que sólo el paso del tiempo y la suma de vivencias juntos son capaces de construir. Pascuala ha sido el gran apoyo de José durante toda su vida, siempre le animó a formarse en materia jotera para ser un gran cantador.
Asimismo, gracias al buen hacer de Pascuala con el ganado y al apoyo de su familia, el Pastor de Andorra pudo salir del corral y viajar por medio mundo tranquilo, sabiendo que las ovejas quedaban a buen recaudo.
La vida les ha premiado con dos hijos, José Luis y Pascuala. El primero siguió los pasos de su padre en lo que a profesión se refiere. José se complace orgulloso de ver como su descendencia ha logrado mantener y acrecentar el ganado que con tanto esfuerzo levantó.
Por otro lado, su hija Pascuala, quien sí comparte afición jotera con su padre, siguió el camino de la fe al convertirse en religiosa. Actualmente ha regresado junto a sus padres para asistirles en sus años de vejez. Dos nietos y un bisnieto completan el álbum familiar de José y Pascuala.
El Pastor de Andorra resume su vida junto a Pascuala con una única palabra: Felicidad. «Nunca hemos discutido, ni nos hemos dirigido una mala palabra. Hemos sido muy felices juntos», afirma sincero José.
Despedida de José Iranzo, el Pastor de Andorra, un hombre libre y feliz
El cantador de jota José Iranzo ha fallecido el 22 de noviembre en Andorra a los 101 años. En diversas entrevistas afirmó que solo quería ser recordado como un pastor, pero es ya una figura histórica de la jota y el folclore aragonés. Sin embargo, nada causa tanta admiración como la filosofía que practicó toda su vida: hacer lo que le gustaba y querer mucho a la familia. La carrera del Pastor contó con el incondicional apoyo de su esposa, Pascuala Balaguer, que le animó a emprender la aventura de ser cantador profesional, y de sus hijos, José Luis y Pascuala.
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