En medio de los horrores de Auschwitz encontraron el amor. David Szumiraj y su esposa Perla celebrarán en Buenos Aires su 59º aniversario de matrimonio el próximo mes.
Su historia muestra que la fortaleza del espíritu humano puede imponerse a las situaciones más adversas. Cuando se conocieron en el peor campo de exterminio nazi la supervivencia era el imperativo de cada día.
Él, un joven judío polaco, la vio por primera vez mientras realizaba trabajos forzados en el cultivo de la papa y ella lavaba vegetales, pero no pudieron hablarse por mucho tiempo.
"Como no podíamos hablar, nos mirábamos cuando no había nadie alrededor", dijo Szumiraj, y agregó: "No pudimos hablarnos hasta que los alemanes nos dijeron que iban a evacuar por separado a hombres y mujeres".
Para el momento en que pudieron dirigirse la palabra por primera vez y tomarse de las manos, David y Perla ya se consideraban una pareja y soñaban con algún día contraer matrimonio.
145086
Szumiraj conversó con la BBC mientras regaba sus plantas en su vivienda bonaerense.
A pesar de que han pasado seis décadas del horror del Holocausto, aún para Perla es muy doloroso recordar, y por eso es David quien habla.
Su jovialidad y su sonrisa contagiosa no permiten intuir las adversidades que vivieron tanto él como su familia, de la que 42 miembros perecieron en el Holocausto.
La pesadilla de Szumiraj comenzó a finales de 1942 cuando soldados alemanes apresaron a todos sus vecinos en el ghetto de Lodz, en el centro de Polonia.
"Viajamos tres días en los vagones de un tren, sin comer, sin beber, haciendo allí mismo las necesidades fisiológicas", recordó David.
Al llegar a Auschwitz fue tatuado en su antebrazo con el número 145086. La vida se convirtio en un bregar diario por la existencia.
"Desnudos, -manifestó David- nos inspeccionaban para determinar quién estaba en condiciones de hacer trabajos forzados y quién debía ser destinado a la cámara de gas".
"Un día -dijo- el hombre a cargo de la selección me mandó a la fila izquierda, la de los destinados a morir. El hombre tenía una estatura como de 2 metros, pero yo salté y le agarré la solapa. Le grité en la cara: 'Soy joven. Estoy fuerte. Déjame vivir. Puedo trabajar'".
"En ese momento los SS se desvivían por dispararme, pero el hombre dijo: 'Déjenlo. Que vaya a la derecha'". Durante sus tres años en Auschwitz, David pasó 19 selecciones como esa.
El primer beso
El día en que David y Perla se pudieron hablar por primera vez -después de caminar unos 25 metros y encontrarse en el medio de un campo- no fue sino el preludio de una separación debido a las llamadas Caminatas de la Muerte.
Los jóvenes se tomaron de las manos, se abrazaron y se besaron por primera vez.
"A través de nuestras miradas, tanto ella como yo estábamos seguros de que habíamos encontrado a la persona amada. Sentíamos que éramos el uno para el otro", expresó David.
La evacuación tenía lugar en las postrimerías de la guerra, poco antes de la liberación de Auschwitz hace ahora 60 años. Más de 50.000 reclusos fueron internados en territorio bajo control alemán.
"Dejamos Auschwitz en vagones de trenes abarrotados que no tenían techo. Nevaba. Comíamos nieve. Después de una semana la gente comenzó a morir".
El viaje se interrumpió cuando el tren cayó bajo fuego aliado procedente de bombarderos británicos. Con un peso corporal de sólo 38 kilos, David y muchos de los reclusos huyeron y se tuvieron que alimentar de hierbas. Como secuela, todavía hoy él no es capaz de probar, por ejemplo, la lechuga.
Finalmente, fue rescatado por tropas estadounidenses y al final de la guerra se unió al ejército de EE.UU. en Berlín como traductor.
Pero no sabía nada de Perla.
"Lloramos, reímos"
Las noticias de Perla le llegaron desde Hamburgo, desde un campamento donde las mujeres tenían tatuajes en sus brazos. Un amigo de él la vio, y ella le preguntó: "¿David está vivo? ¿Todavía me ama? ¿Se quiere casar conmigo?"
El reencuentro tuvo lugar en la base donde él trabajaba. Ella se escondió detrás de un árbol. "Al vernos lloramos, reímos, nos abrazamos", recuerda David.
El matrimonio se celebró en París, donde tuvieron el primer hijo. En la capital francesa decidieron trasladarse a Buenos Aires, donde David tenía familiares.
Pero emigrar a Argentina no era fácil para los judíos. El gobierno argentino había emitido una orden secreta que prohibía el acceso de personas expulsadas de sus países de origen, lo que afectaba básicamente a los inmigrantes judíos.
Para entrar a Argentina, varios familias judías dijeron que eran católicas. Otras debieron pagar cuantiosos sobornos.
La familia de David no tenía los 20.000 pesos necesarios para asegurarse visas para él y su familia y entonces se dirigieron a Paraguay, donde entraron en contacto con traficantes de personas que podían ingresarlos a territorio argentino.
Dejaron Paraguay en medio de la noche. David tuvo que cubrir con cinta adhesiva la boca de su bebé para que el llanto no los delatara.
Ya en Buenos Aires, la familia los esperaba con una cena, "como no había visto en más de seis años", sigue rememorando David. Era el 12 de marzo de 1947. En 1954, el matrimonio adoptó la ciudadanía argentina.
Seis décadas después del horror de Auschwitz, David Szumiraj y su esposa Perla saben bien cuán afortunados fueron de haberse conocido y de estar vivos.
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