“Todavía estamos enamoradas. Aún no podemos empezar el día sin un buen abrazo”. Palabras maravillosas que cobran un sentido muy especial cuando las protagonistas de la historia de amor llevan 50 años juntas. 50 años empezando el día con un abrazo largo y cariñoso. ¿Será esa la fórmula secreta?
Lennie Gerber y Pearl Berlín comenzaron su relación el 2 de junio de 1966, pero se conocieron dos años antes, cuando Lennie visitó a un amigo en Detroi, y ese amigo invitó a comer a su amiga Pearl.
Reconocen que no fue amor a primera vista, pero que tenían tanto en común que todo fluyó fácil. Las dos eran chicas judías de Brooklyn, profesoras que nunca habían tenido mucho interés en salir con chicos.
Durante dos años la amistad se fue haciendo cada vez más estrechas, así como las cartas y las llamadas. Tan estrecha que se convirtió en amor. Lennie consiguió un trabajo en la universidad de Pearl. Hicieron juntas la mudanza. Y en el camino decidieron algo importante. ¿Dónde viviría Lennie? ¡Pues juntas! Como buenas lesbianas que recién empiezan una relación.
No le dijeron a sus familias que eran pareja, pero tampoco lo disimularon, pues vivían en un apartamento de un solo dormitorio y una sola cama. La madre de Lennie ofreció comprar una nueva cama. No,no… Ellas se negaron.
Según cuenta Lennie, su madre pasó de decir “jamás vamos a tolerar esto” a reírse cuando su hija le decía “querías que me casara con otra persona judía como yo, y eso hice”. Un bonito proceso, sin duda.
Con los padres de Pearl fue más complicado. Pearl envió por error una carta de amor a una mujer a casa de su madre. Su madre la abrió y… ¡horror! La madre la llamó por teléfono: “Pearl, he abierto el correo hoy, he recibido una carta muy bien escrita pero claramente no era para mí. Solo quiero que sepas que tu padre nunca lo verá y nunca querrá saber ni oír nada de eso”.
Pero no fue así. Los años ablandan los corazones. El padre de Pearl hasta bromeaba con la novia de su hija. “Ay Lennie, si fueras un hombre todo sería perfecto”.
La pareja trabajó en la Universidad de Massachusetts y en 1971 en la de Carolina del Norte. Su lesbianismo no pasaba inadvertido en los trabajos. A Lennie le pidieron que dejara de ser tan abierta, que más bien fingiera. Renunció y decidió estudiar derecho.
Se convirtió en abogada y años más tarde se especializó en ayudar a parejas de lesbianas y gais a redactar poderes, testamentos, llenar sus declaraciones de impuestos. Pero a pesar de todos los intentos, muchas veces sin la ley de matrimonio igualitario aprobada, vio a personas perder sus propiedades tras el fallecimiento de sus parejas, excluidos y excluidas de decisiones médicas, funerales y salas de hospital.
Fueron grandes activistas por el matrimonio igualitario en Carolina del Norte, y se casaron nada más aprobarse la Ley. Incluso ahora, que el Estado quiere invalidar la ley, ellas siguen luchando por su amor y por la diversidad.
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