jueves, 26 de enero de 2017

Escucha el Silencio



Toda palabra y toda imagen que se emplee para referirse a Dios tienen más de falseamiento que de descripción.

—Entonces, ¿cómo puede hablarse de Dios?
—Por medio del silencio.
—Y si es así, ¿por qué hablas tú con palabras?

El Maestro no pudo evitar reírse con todas sus ganas, y dijo:
—Cuando yo hablo, no debes escuchar las palabras. Escucha el silencio.





martes, 24 de enero de 2017

John Thuo & Gladys Kamande



Un niño de la calle se acerca a un coche para pedir dinero, pero cuando ve lo que hay dentro no puede evitar llorar desconsoladamente.


Es algo aparentemente normal, ya que desde una posición económica acomodada, es fácil ayudar a quienes no tienen nada. Pero esta historia es diferente. ¿Has oído alguna historia acerca de un sin techo dando sus ahorros por caridad?

El pequeño John Thuo es uno de los muchos jóvenes sin hogar que viven en las calles de Nairobi, Kenia. Allí, los niños que mendigan por la calle son considerados despojos sociales, ocupan la escala más baja de los mendigos, vistos como simples ladronzuelos. Sin embargo, John demostró que incluso un mendigo de la situación social más baja puede tener un corazón de oro.


Un día, mientras John pedía dinero a los conductores de los coches que se encontraban detenidos en la carretera por el tráfico conoció a una mujer llamada Gladys Kamande. Gladys sufría una enfermedad en los pulmones que le dificultaría la respiración de por vida. Debido a su dolencia, Gladys necesita permanecer conectada constantemente a una bombona de oxígeno y un generador para respirar. No solo eso, de las 12 cirugías que ha tenido que superar la mujer de 32 años, una de ellas le destrozó el nervio óptico causándole ceguera permanente.


Al ser un niño curioso, John le preguntó qué eran todos esos artilugios a la mujer. Mientras le explicaba su situación, los ojos de John se llenaban de lágrimas. El chico empezó a llorar al darse cuenta de que a pesar de lo difícil que era su vida en la calle, Gladys lo tenía mucho peor que él. Lloró aún más cuando comprendió que no podía hacer nada por ella.


John tomó la mano de Gladys y rezó para que Dios le proporcionase todo lo que necesitase para recibir el tratamiento adecuado. Después de eso, introdujo su mano en el bolsillo y le ofreció el poco dinero que tenía.


Un transeúnte impactado por la abrumadora reacción del niño, tomó la foto que puedes ver arriba y compartió la historia en las redes sociales. Un post que ahora se ha vuelto viral.


Desde que se extendió la historia, cientos de desconocidos han recaudado más de 3 millones de chelines para Gladys en tan solo 4 días. Los fondos recibidos hasta la fecha cubrirían casi la mitad del valor del tratamiento que Gladys recibiría en India. Pero aún hay más, esa no es la única buena noticia.

Gladys ha sacado a John de la calle, y ahora los dos están intentando conseguir que el pequeño vuelva  al colegio. El entrañable joven segura que le encantaría poder asistir a la escuela siempre y cuando no tenga que separarse mucho de Gladys, a quien considera ahora su nueva madre.

domingo, 22 de enero de 2017

El Buda de Oro



La estatua del Buddha de barro alcanzaba casi tres metros de altura. Durante generaciones había sido considerada sagrada por los habitantes del lugar. Un día, debido al crecimiento de la ciudad, decidieron trasladarla a un sitio más apropiado. Esta delicada tarea le fue encomendada a un reconocido monje, quien, después de planificar detenidamente, comenzó su misión. Fue tan mala su fortuna que, al mover la estatua, ésta se deslizó y cayó, agrietándose en varias partes.

Compungidos, el monje y su equipo decidieron pasar la noche meditando sobre las alternativas. Fueron unas horas largas, oscuras y lluviosas. El monje, en vez de desesperarse, se enfocó en encontrar una salida. De repente, al observar la escultura resquebrajada, cayó en cuenta que la luz de su vela se reflejaba a través de las grietas de la estatua. Pensó que eran las gotas de lluvia. Se acercó a la grieta y observó que detrás del barro había algo, pero no estaba seguro qué. Lo consultó con sus colegas y decidió tomar un riesgo que parecía una locura.

Pidió un martillo y comenzó a romper el barro, descubriendo que debajo se escondía un Buddha de oro sólido de casi tres metros de altura. Durante siglos este hermoso tesoro había sido cubierto por el ordinario barro. Los historiadores hallaron pruebas que demostraban que, en una época, el pueblo iba a ser atacado por bandidos.

Los pobladores, para proteger su tesoro, lo cubrieron con barro para que pareciera común y ordinario. El pueblo fue atacado y saqueado, pero el Buddha fue ignorado por los bandidos. Después, los sobrevivientes pensaron que era mejor seguir ocultándolo detrás del barro. Con el tiempo, la gente comenzó a pensar que el Buddha de Oro era una leyenda o un invento de los viejos. Hasta que, finalmente, todos olvidaron el verdadero tesoro porque pensaron que algo tan hermoso no podía ser cierto.

Pero, nuestros tesoros son nuestra capacidad de dar, disfrutar, agradecer, reír; de perdonar, de soñar en grande, de pasar por encima de las pequeñeces y de valorar en uno mismo y en otros lo que verdaderamente es importante. Arriésgate a ver tu vida a través del barro y te darás cuenta de que eres un tesoro rodeado de riquezas.



lunes, 16 de enero de 2017

Abdul Halim al-Attar & Reem



Abdul Halim al-Attar, un refugiado Sirio que fue capturado en una fotografía vendiendo bolígrafos en las calles de Beirut. Después de tener que huir del conflicto, Abdul recurrió a vender bolígrafos para poder conseguir comida y refugio para su familia.


Recientemente, un extraño capturó una fotografía de Abdul llevando a su hija, Reem, en brazos. No tenía ningún lugar en el que poder dejarla, y por eso la llevó consigo mientras seguía tratando de pedir a la gente que comprase sus bolígrafos para poder conseguir sobrevivir otro día más.


Esta fotografía se volvió completamente viral en internet tras ser publicada, y ha tocado el corazón de muchísimas personas alrededor de todo el mundo. La fotografía de Abdul con su hija es bastante conmovedora, y ofrece una imagen real de la crisis. Para muchas personas, esta es la realidad de su día a día.

Gracias a un webmaster Noruego llamado Gissur Simonarso, se realizó una campaña online para conseguir dinero para Abdul y su familia. La cantidad reunida fue realmente sorprendente, ya que la gente donó más de $200,000 por la causa.


Abdul invirtió inteligentemente todo el dinero en cuanto lo recibió, abriendo diversas tiendas en el Líbano. Conociendo los problemas de los demás, Abdul contrató a otros refugiados Sirios y ya tiene a más de 16 empleados a lo largo de sus tiendas. Además, Abdul ha enviado una gran cantidad de dinero a sus amigos, conocidos y familiares que están sufriendo la crisis de Siria. Agradecido por la ayuda, Abdul dijo “No solo habéis cambiado mi vida, sino la de mis hijos y las de todas las personas de Siria que he podido ayudar”.


El dinero también ayudó a Abdul y su familia a conseguir un apartamento de dos habitaciones, además de ropa limpia y la seguridad de que podrán tener un techo sobre el que vivir además de comida. Hay más de 1.2 millones de refugiados Sirios en el Líbano que están luchando con todas sus fuerzas por conseguir trabajo, por lo que su esfuerzo por abrir las tiendas y contratarlos es realmente esperanzador.


Desde ese momento, Abdul no ha parado de ayudar a todas las personas que se encontraban en su situación. Muchos llegan a él para pedirle ayuda y consejo, y él siempre se muestra abierto a tratar de ofrecerles todo lo que puede, ya que como él decía, es lo que le gustaría que hubiesen hecho por él.


Mientras que el final de la historia de Abdul realmente toca el corazón, existen todavía muchísimos refugiados que necesitan ayuda…



sábado, 14 de enero de 2017

Los Cuatro Peregrinos



Cuatro devotos se reunieron para peregrinar juntos a la India: un persa, un turco, griego y un árabe. Estaban descansando los cuatro peregrinos a orillas de un río cuando pasó por allí un hombre religioso que, viendo que se trataba de peregrinos, les obsequió con unas rupias para que pudieran desayunar.

Cuando el hombre hubo partido el persa dijo: "Con este dinero voy a comprar angur para que todos lo comamos". El turco protestó: "Ni hablar, compraremos unzum", pero el griego replicó contundentemente: "De eso nada; compraremos stafyllia", en tanto que intervino el árabe para afirmar: "Vamos a comprar inab".

En esos momentos todos comenzaron a regañar e incluso llegaron a darse encolerizados golpes. Pero otro apacible peregrino pasó por allí y trato de apaciguarlos y reconciliarlos. "Qué os ocurre, buenos amigos?" Cuando le explicaron lo que sucedía, el hombre dijo: "Dadme el dinero. Iré al mercado y os complaceré a todos." Partió y, al poco tiempo, volvió trayendo un paquete con gran cantidad de uvas. Al verlas, el persa exclamó: "Mi angur!", y el turco: "Mi unzum!", y el griego: "Mi stafyllia!", y el árabe: "Mi inab!"



domingo, 8 de enero de 2017

57 Centavos



Una sollozante niña se detuvo cerca de una pequeña iglesia de la cual se había retirado porque estaba colmada de gente.

“No puedo ir a la escuela bíblica”, le decía al Pastor entre sollozos mientras él pasaba por allí.

Viéndola andrajosa y desgreñada, el Pastor supuso lo que estaba sucediendo y tomándola de la mano la llevó adentro, donde encontró un lugar para ella en la clase.

La niña se sintió tan conmovida que esa noche se fue a la cama pensando en los niños que no tenían un lugar donde adorar a Jesús.

Dos años más tarde esta niña falleció en uno de los edificios pobres de la vecindad y sus padres llamaron al bondadoso Pastor, quien había protegido a su hija, para que se encargase de los arreglos finales.

Mientras el pobre cuerpecito de la niña era movido, un viejo bolso arrugado fue hallado, el cual parecía haber sido extraído de algún depósito de desperdicios. En su interior se encontraron 57 centavos y una nota escrita rápidamente con letra infantil, la cual decía: “Esto es para ayudar a agrandar la pequeña iglesia, de modo que más niños puedan ir a la escuela del templo”.

Durante dos años ella había ahorrado para esta ofrenda de amor.

Cuando el Pastor, lleno de lágrimas leyó la nota, supo de inmediato lo que debía hacer. Llevando la nota y el agrietado bolso rojo al púlpito, contó la historia de la devoción y amor desprendido de la niña.

El desafió a sus diáconos a que se encargaran de conseguir fondos para la ampliación del templo. Pero el relato no concluye aquí.

Los dueños de un periódico se enteraron de lo que ocurrió y publicaron la historia. Esta fue leída por un corredor de bienes raíces quien les ofreció una parcela de tierra valorada en miles de dólares. Cuando supo que la iglesia no podía pagar tanto, la ofreció por 57 centavos. Los miembros de la iglesia hicieron largas subscripciones.

Llegaron cheques de todas partes.

En el transcurso de cinco años el obsequio de la pequeña se había incrementado a 250 mil dólares, una fuerte suma para ese tiempo (inicios de siglo).

Su desprendido amor había pagado grandes dividendos.

Cuando vayan a la ciudad de Filadelfia busquen el templo Bautista, el cual cuenta con una capacidad para 3,300 personas, y el templo de la Universidad, donde cientos de estudiantes son instruidos. Denle también una mirada al Hospital del Buen Samaritano y a la escuela de la iglesia, la cual alberga a cientos de escolares para que ningún niño de la zona tenga alguna vez que quedarse afuera a la hora del estudio de la Biblia.

En una de las habitaciones de este edificio puede verse un cuadro del dulce rostro de la pequeña niña, cuyos 57 centavos, ahorrados con tanto sacrificio, hicieron esta memorable historia. Al lado de él hay un retrato de su bondadoso Pastor, Dr. Russel H.Conwell, autor del libro “Acres de Diamantes”, una historia real que nos demuestra lo que Dios puede hacer con 57 centavos.

viernes, 6 de enero de 2017

Linda Koebner y los chimpancés



El entrañable momento en el que un chimpacé abraza a la mujer que lo salvó del laboratorio hace 18 años

La activista del medio ambiente, Linda Koebner, siempre ha luchado por la protección de los animales en este planeta. Cuando tenía tan sólo 23 años de edad y era aún una estudiante, dirigió un proyecto pionero para liberar a seis chimpancés que habían pasado la vida en un laboratorio en el que hacían ensayos con animales.

En ese momento, era una práctica muy común matar a los animales cuando ya no se utilizaban para las pruebas científicas. Koebner luchó para darles la oportunidad de vivir en un recinto al aire libre, devolviendo un poco de dignidad a la vida de los chimpancés.

Por desgracia, no era una opción devolverlos a la vida salvaje, ya que habían nacido en cautiverio y habían pasado sus primeros años en jaulas. Uno de los chimpancés hembras también requería tratamientos médicos regulares. Pero Linda observó con deleite como los animales olían la hierba fresca por primera vez y fueron capaces de moverse libremente por el recinto.

Se encargó de alimentar a uno de los animales enfermos todos los días con una botella y pasó mucho tiempo con sus amigos peludos para ayudarles a adaptarse a la vida fuera de una jaula.

Sin embargo, llegó el momento de decir adiós para Linda. Los animales tenían que aprender a vivir independientemente. A pesar de que era difícil para ella regresó a sus estudios. El proyecto que había comenzado fue una gran éxito. El número de animales se multiplicó y se convirtieron en una gran familia.

Unos 20 años más tarde, Linda fue a visitar a sus antiguos amigos. Dos de los seis originales chimpancés que había rescatado seguían vivos. Se acercó a sabiendas de que sus amigos peludos ahora eran animales salvajes y que podían ser peligrosos. Ella dudaba de que los chimpancés se fueran a acordar de ella a pesar de que ella no los había olvidado.

Linda se acercó al arroyo que sirve como límite al recinto e imitó los sonidos que los chimpancés utilizan como saludo.

Inmediatamente reconoció a una de las hembras. Linda se subió en un barco para llegar hasta a ellos y pronto los dos chimpancés corrieron hacia ella.

‘¿Me recuerdas?’ preguntó a uno de los animales mientras se acercaba a ellos. Entonces algo increíble sucedió: el chimpancé la atrajo para abrazarla.

No había duda, estaban abrazando a la mujer que les había salvado la vida tantos años antes. Ellos nunca actuaban de esa forma ante los extraños.

Linda se quedó sin habla. Casi dos décadas después nada había cambiado entre ellos.

Linda siempre será un miembro de la familia, sin tener el cuenta el tiempo que pasen separados.



miércoles, 4 de enero de 2017

Volar sobre el pantano



Si sientes que la vida no tiene sentido, que los problemas te están acabando, memoriza esta parábola:

"Un pájaro que vivía resignado en un árbol podrido en el medio del pantano se había a acostumbrado a estar allí, comía gusanos del fango, y se hallaba siempre sucio por el pestilente lodo.

"Sus alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre hasta que cierto día un ventarrón destruyó su guarida, el árbol podrido fue tragado por el cieno y él se dio cuenta de que iba a morir.

"En un deseo repentino de salvarse comenzó a aletear con fuerza para emprender el vuelo, le costó mucho trabajo porque había olvidado cómo volar pero enfrentó el dolor del entumecimiento hasta que logró levantarse y cruzar el ancho cielo llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso."

Los problemas son como el ventarrón que ha destruido tu guarida y te está obligando a levantar el vuelo o a morir.

Nunca es tarde. No importa lo que se haya vivido, no importa los errores que se hayan cometido, no importa las oportunidades que se hayan dejado pasar, no importa la edad, siempre estamos a tiempo para decir BASTA, para oír el llamado que tenemos de buscar la perfección, para sacudirnos el cieno y volar alto y muy lejos del pantano.

Abandona la vida segura y cómoda. Lánzate a la ruta incierta, llena de enigmas e inseguridades, y hazlo solitariamente.

Dios te acompañará y te dirá qué camino tomar.



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lunes, 2 de enero de 2017

La ventana maravillosa



Dos hombres muy enfermos se encontraban en la misma habitación de un hospital. Aunque ambos debían estar tumbados y guardar reposo absoluto, a uno se le permitía permanecer sentado durante una hora al día para así poder drenar el líquido que se le acumulaba en sus pulmones, momento que aprovechaba para mirar a través de la única ventana de la habitación que se encontraba justo al lado de su cama. El otro hombre por el contrario debía permanecer día tras día tumbado sobre la cama.

Los dos enfermos hablaban durante horas sobre sus vidas. Hablaban de sus mujeres y sus familias, de sus hogares, del tiempo que hicieron servicio militar, del lugar donde fueron de vacaciones y de la única ventana de la habitación que ahora compartían.

Todas las tardes, cuando el hombre que se encontraba más cerca de la ventana se podía sentar, pasaba un buen rato describiendo a su compañero todas las cosas que veía a través de la ventana.

Para su compañero, aquella hora de drenaje se convertía en el único momento del día en el que su mundo cobraba vida y podía sentirse libre a través de las palabras de su amigo.

La ventana daba a un parque en el que había un magnífico lago. Los patos y los cisnes se agrupaban en el agua mientras los niños hacían volar sus cometas.

Se podía ver a menudo a las parejas de enamorados paseando de la mano entre las flores de colores que llenaban el parque.

A medida que el hombre de la ventana describía todo lo que veía con exquisito detalle, su compañero cerraba los ojos y se imaginaba la pintoresca escena.

Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un estupendo desfile lleno de músicos, disfraces y carrozas que pasaba justo frente al parque.

Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, no tenía problemas en imaginársela con total nitidez gracias a las palabras que le proporcionaba su amable compañero que no apartaba la vista de la ventana.

Pasaron días, semanas, meses, hasta que una mañana, la enfermera entró a la habitación y encontró el cuerpo sin vida del hombre de la ventana que había muerto plácidamente mientras dormía.

Entristecida, llamó a algunos asistentes del hospital para llevarse el cuerpo. Tan pronto como el otro hombre vio que era apropiado, le preguntó a la enfermera educadamente si podían moverlo hasta la cama de su difunto compañero.

La enfermera cumplió su deseo amablemente y una vez que se encontraba cómodo en su nueva cama lo dejó a solas en la habitación.

Con mucho esfuerzo y dolor, el hombre se apoyó sobre un brazo para poder ver por primera vez el verdadero mundo que tantas veces había recreado en su mente. Cuando logró alzar la cabeza sobre el marco de la ventana tan sólo encontró una pared en blanco.

El hombre le preguntó a la enfermera qué podría haber motivado a su difunto compañero a describir aquellas cosas tan maravillosas a partir de aquella pared en blanco.

La enfermera le respondió que el hombre era ciego y que no podría haber visto la pared. “Tal vez sólo quería animarle”, dijo la enfermera.

Podemos alcanzar la felicidad haciendo felices a los demás a pesar de cual sea nuestra situación. Compartir el dolor nos reduce a la mitad nuestro pesar, sin embargo, compartir nuestra alegría hace que seamos el doble de felices. Si quieres sentirte rico simplemente cuenta todas las cosas que tienes y que el dinero no puede comprar.