A mitad de camino entre Saronno y Legnano, junto a un gran bosque, se hallaba la “Cascina Piana”, que disponía de tres patios. En ella vivían once familias. En la granja existía un solo pozo para el agua, y era un pozo raro, porque, si bien había polea para la cuerda, en cambio no había ni cuerda ni cadena. Cada una de las once familias de la casa tenía colgada una cuerda de la polea y se la llevaba celosamente a casa. Un solo pozo y once cuerdas. Y si no lo creéis, id a informaros y os contarán, como me lo han contado a mí, que las once familias estaban desavenidas, se despreciaban continuamente, y que antes que comprar entre todos una buena cadena y colocarla en la polea a fin de que pudiera servirles a todos, habrían llenado el pozo de tierra y de hierbajos.
Estalló la guerra y los hombres de la granja tomaron las armas, recomendando a sus mujeres muchas y variadas cosas, y entre ellas la de no dejarse robar la cuerda correspondiente.
Luego vino la invasión alemana. Los hombres se hallaban lejos y las mujeres tenían miedo, pero las cuerdas se encontraban siempre a buen recaudo en las once casas. Un día, un niño de la granja fue al bosque a recoger un haz de leña y oyó un lamento que salía de unos matorrales. Era un guerrillero herido en una pierna, y el niño corrió a llamar a su madre. La mujer estaba asustada y se retorcía las manos; luego dijo:
- Lo llevaremos a casa y lo mantendremos escondido. Confiemos en que también alguien ayude a tu papá, ahora soldado, si lo necesita. No sabemos siquiera dónde está y si vive todavía.
Escondieron al guerrillero en el granero y llamaron al médico, diciendo que era para visitar a la abuela. Pero las demás mujeres de la granja habían visto a la abuela precisamente aquella mañana, sana como un pollito, y adivinaron que en el fondo había algo escondido. Antes de que transcurrieran veinticuatro horas, toda la granja se enteró de que había un guerrillero herido en aquel granero, y un viejo campesino dijo:
- Si se enteran los alemanes, vendrán aquí y nos matarán. Todos tendremos un triste fin.
Pero las mujeres no lo consideraron así. Pensaban en sus esposos lejanos y que quizás ellos también estuviese heridos y tuvieran que esconderse, y suspiraban. Al tercer día, una mujer tomó unos chorizos del cerdo que habían hecho matar y se los llevó a Catalina, la mujer que escondió al guerrillero, diciéndole:
- Ese pobrecito tiene que alimentarse. Dale estos chorizos.
Poco después apareció otra mujer con una botella de vino; luego, una tercera con un saquito de maíz para la polenta, y luego una cuarta con un trozo de tocino; y antes del anochecer, todas las mujeres de la granja se habían presentado en casa de Catalina, habían visto al guerrillero y le habían entregado sus regalos, en tanto que se enjugaban una lágrima.
Y durante todo el tiempo que necesitó el guerrillero para curarse de su herida, las once familias de la granja le cuidaron como si se tratara de un hijo, y nada le faltó. El guerrillero se curó, salió al patio a tomar el sol, vio el pozo sin cuerda y quedóse maravillado. Sofocadas, las mujeres le explicaron que cada familia tenía su propia cuerda, pero no podían darle una razón satisfactoria. Habrían tenido que decirle que eran enemigas entre sí, mas esto ya no era verdad, porque habían sufrido juntas y juntas ayudaron al guerrillero. Aunque todavía no se habían dado cuenta de ello, el caso es que se habían convertido en amigas y hermanas, y ya no había motivo algo para tener once cuerdas.
Entonces decidieron comprar una cadena con el dinero de todas las familias, y ponerla en la polea. Y así lo hicieron. Y el guerrillero sacó el primer cubo de agua, y fue como la inauguración de un monumento.
Aquella misma noche, el guerrillero, completamente curado, regresó a la montaña.
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Quién osa escribir estas historias de amor?
ResponderEliminarEl pozo de Cascina Piana lo escribió Gianni Rodari
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