Fue una europea rebelde en la corte siamesa (1831 / 1915). Una joven viuda inglesa con dos hijos que daba clases a niños en Singapur.
Quizás ustedes hayan visto El rey y yo, la deliciosa película de 1959 con Deborah Kerr y Yul Brynner. O tal vez Anna y el rey, de 1999, interpretada por Jodie Foster y Chow Yun-Fat.
Si las han visto, recordarán a esa bella profesora encargada de educar a las esposas y los hijos del monarca de Siam.
Aunque su historia fuera edulcorada por el cine, lo cierto es que Anna fue un personaje auténtico, una inglesa que, en pleno siglo XIX, llevó una vida extraña y luchadora.Anna Leonowens nació en 1831 en la India, que por entonces era colonia británica.
Se casó a los dieciocho años con su amor de la infancia, un modesto miembro de la administración colonial. El matrimonio se fue a vivir a Australia y más tarde a Singapur y a Malasia, en medio del húmedo calor del Trópico. Allí se quedó viuda a los veintiocho años, con dos hijos.
Para sobrevivir, Anna, que había recibido una buena educación, abrió una escuela para los niños de los oficiales británicos de Singapur. Pero tres años más tarde, en 1862, recibió una oferta extraordinaria: Mongkut, el rey de Siam (actual Thailandia), le propuso que ejerciera de profesora de sus treinta y nueve esposas y sus ochenta y dos hijos.
Siempre resuelta, no se lo pensó mucho. Mandó a su hija interna a Inglaterra y, en compañía de su hijo Louis, se trasladó a Bangkok. Durante cinco años, dio clases a la enorme familia real en aquella corte cuyas costumbres la escandalizaban: la esclavitud, la poligamia, la sumisión de los súbditos a su soberano y de las mujeres a los hombres no eran asuntos que a Anna le resultasen indiferentes.
De hecho, sus frecuentes protestas y sus largas charlas con el rey y con el príncipe heredero, Chulalongkorn, dieron algunos frutos positivos y cambiaron cosas importantes en la vida del palacio y del país. Su antiguo alumno Chulalongkorn, de hecho, llegó incluso a abolir la esclavitud durante su reinado.
En 1867, cuando el rey Mongkut murió, Anna se trasladó a vivir a Nueva York, donde fundó una escuela para niñas. Pronto empezó a publicar artículos sobre sus exóticos viajes, y también dos libros de memorias de sus años en Siam.
Aquellos escritos, a los que se añadieron otros sobre sus viajes posteriores, la convirtieron en una escritora respetada. Murió a los 83 años en Canadá, mientras su hijo Louis, capitán de la caballería real de Siam, permanecía el resto de su vida al lado de su viejo compañero de clase, el rey.
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