Ella ya no se comunica por una enfermedad terminal y él aprovecha cada segundo a su lado.
Cristián Ortiz (26) y Soledad Medina (25) se conocieron en el Regimiento de Infantería Nº1 de Buin, donde ingresaron hace cinco años. El flechazo fue inmediato y en poco tiempo comenzaron un pololeo lleno de alegrías y aventuras.
Eran inseparables. Iban juntos a todas partes y les gustaba pasear por distintas ciudades.
“Nuestro amor era locura. Viajábamos mucho, nos bañábamos en cascadas, siempre andábamos con un cuarto de estanque sin saber si se iba a parar el motor del auto, salíamos a acampar sin saco de dormir y una vez compramos una moto para recorrer el litoral”, recuerda Cristián.
En el 2011, mientras almorzaban un plato de porotos, Cristián se atrevió a dar el gran paso. Se arrodilló frente a Soledad y le pidió matrimonio. Ella aceptó sin dudarlo.
Al año siguiente celebraron su unión civil con una fiesta a la chilena. Vestidos de huaso, disfrutaron junto a la familia de un esquinazo y chicha en cacho.
Pero les faltaba algo. Querían casarse ante Dios y programaron la fecha para el 28 de enero pasado.
“El matrimonio lo haríamos en Curanilahue, en la tierra de ella y en una linda iglesia. Yo iba a ponerme el uniforme y ella estaría de blanco”, indicó.
Sin embargo el destino diría otra cosa. En noviembre del 2013 Soledad empezó a sentirse mal. Por esta razón acudió al Hospital Militar, donde le dieron un lapidario diagnóstico.
Tenía Creutzfeldt-Jakob, una enfermedad degenerativa que pronto la llevará a la muerte.
“El día que los médicos llegaron a ese diagnóstico fue el peor día de mi vida; en ese momento me dediqué a aprovechar el tiempo al máximo con ella”, explicó Cristián al diario pop.
Desde que Soledad fue internada en el hospital, él no se ha separado de su lado. Pasa día y noche con ella, le cuenta cuentos y le da sorpresas todos los días. Hasta le hizo un sistema de aromaterapia en la pieza.
Hoy Soledad está postrada. Perdió la vista, la motricidad y ya no puede hablar. A pesar de todo eso, Cristián quiso seguir con los planes de matrimonio, pero no fue fácil.
Tuvo que pedir un permiso especial a la iglesia evangélica, debido a las condiciones en las que se encontraba su mujer, y se lo dieron. También recibió el apoyo de las familias de ambos y del regimiento. Finalmente el 28 de enero lograron el sagrado vínculo.
“El día que nos casamos fue el último día que ella se conectó. Me miró y me apretó la manito de alegría. Me dio a entender que estaba conmigo en ese momento. Fue emocionante porque estábamos haciendo lo que habíamos planificado. Me sentía contento, no estaba con pena, no sentía lástima por la situación. Estaba nervioso como cualquier novio y me preocupé de cada detalle. Nos casamos por amor no por pena”, contó.
Cuento de hadas
Cristián está enfocado en aprovechar cada momento con Soledad y se aferra a su amor y a los recuerdos para no caer en la tristeza.
“Nuestras discusiones nunca duraron más de una hora y siempre nos encargamos de disfrutar. Me acompañaba a todas partes. Es una historia de amor de cuento de hadas”, dijo.
Por este mismo motivo Cristián no canceló sus proyectos de matrimonio. “No dejé que una enfermedad impidiera todos nuestros planes. Nunca nada nos impidió hacer las cosas que nosotros quisimos”, finalizó.
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