Don y Maxine Simpson de Bakersfield, California llevaban casados 62 años cuando enfermaron de gravedad. Don se rompió la cadera en una caída mientras Maxine luchaba contra el cáncer, la familia decidió sacarlos del hospital y llevarlos a casa para que pudieran estar juntos. Maxine murió primero cogida de la mano de Don y el falleció justo cuando se la llevaron.
El amor es química, emoción, sentimiento y, por encima de todo, metafísica. Al menos es lo que se puede deducir de la historia de vida de este matrimonio en california, quienes unieron sus vidas hacen 62 años y cumplieron su promesa de vivir juntos hasta que la muerte los separó.
Cuando uno de ellos respiró por última vez después de un largo y doloroso cáncer, el otro tomó su mano y, de forma natural, también abrazó a la muerte.
Una historia conmovedora propia de un guion hollywoodense, pero en la cual, una vez más, la realidad supera a la ficción. Tanto, que miles de internautas han hecho eco de la historia.
“Sabía que esto sucedería: mis abuelos estuvieron siempre juntos, se querían tanto y se adoraban a tal punto que también partieron de este mundo juntos”, explicó en una entrevista televisiva, Melissa Sloan, la nieta de Dom y Maxine Simpson. Desde que se declararon amor incondicional, siempre se apoyaron el uno al otro, y no fue menos en momentos de sufrimiento.
Cuando Maxine tuvo que ser internada, debido a un cáncer en estado avanzado, Dom ni siquiera tuvo que insistir a las enfermeras para que lo dejaran permanecer a su lado.
“No podíamos separarlos”, aseguran sus familiares. De modo que instalaron dos camas en la misma habitación, donde dormían con las manos entrelazadas.
La enfermedad se encontraba en un estado muy avanzado, y la pareja de ancianos era consciente de que la vida juntos estaba llegando a su fin. Quizá por eso, Dom se dedicó durante los últimos días a revisar los álbumes de fotos y a tratar de robarle algunas sonrisas a su esposa mientras recordaban las viejas historias que les sugerían las fotografías. No era para menos.
Cuando jóvenes, Dom y Maxine recorrieron casi todo el mundo. Su aventura viajera se prolongó durante varios años, durante los que trabajaron en diferentes países con el único propósito de ganar algo de dinero para sobrevivir y pagar el viaje al próximo destino. El amor y la aventura estaban por encima del dinero.
Finalmente se establecieron en Bakersfield, en California, después de adoptar a dos niños extranjeros. Allí Dom se desempeñó como ingeniero, la profesión que lo llevó a abandonar su ciudad natal, en Dakota del Norte, para ir a parar a California, donde conoció a la mujer de su vida. Su existencia siempre estuvo marcada por la simplicidad y el carácter social, pues colaboraran con numerosas asociaciones culturales y de caridad. La historia de su vida sería suficiente para inspirar las letras de múltiples novelas, pero la forma en que ambos partieron de este mundo es digna de un monumento al amor como el Taj Mahal.
Entre las personas que presenciaron sus últimos días, pocas fueron las que no se impresionaron por el amor incondicional que se profesaron mutuamente. Sin embargo, ninguno esperaba lo que sucedió cuando ella murió. Dom estaba saludable, sus problemas de salud se limitaban a simples achaques propios de su edad. Nadie podía siquiera imaginar un desenlace así.
La nieta, que presenció las últimas horas de vida de sus dos abuelos, dice tener sentimientos encontrados. Por un lado no puede ocultar su tristeza, pero por otro reconoce que estaban hechos el uno para el otro, y que para su abuelo la vida no tenía sentido sin su amada.
“Se fueron juntos, es una historia de amor incondicional, cuando vimos en el monitor que mi abuela ya no respiraba, imaginé que esto podía suceder”, dijo algunos días después con lágrimas en los ojos.
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