domingo, 10 de julio de 2016

Sylvia Plath y Ted Hughes


A los 30 años, un 11 de febrero de 1936, Silvia Plath, habiendo sellado las puertas del cuarto de sus pequeños Frieda Y Nicholas con sumo cuidado y dejando al lado de sus dos pequeños, sus vasos de leche, abrió la llave de gas y metió la cabeza en el horno, tomó todas las precauciones para que el escape de gas no dañara a sus hijos, y terminó así con su existencia. 


“Morir Es una arte”, para Silvia, una patológica amante de la perfección, morir como todo lo demás era un acto que debía ser ejecutado con sumo detenimiento y precisión. Sin embargo el hecho de su muerte no tuvo mucha trascendencia para la prensa, debido a que no era muy conocida en el ambiente literario. Ya que hasta esa fecha su único libro conocido The Colossus, no había tenido demasiada acogida. 


 Fue una poeta excepcional atrapada durante los últimos meses de su vida en un miserable departamento, atormentada por su soledad insufrible, atrapada también en el ambiente de apariencias que rondaban los años 50, del que Silvia fue una genial exponente, porque había sido criada para ser complaciente, y quizás lo logró, fue complaciente con su familia, con los profesores, con el público que contemplaba su aparente matrimonio perfecto. 


Pero detrás de la típica ama de casa, encantadora y de amplia sonrisa y de la absurda puesta en escena se encontraba una mujer apasionada, que no había logrado un matrimonio feliz, una mujer insatisfecha de sus logros a pesar de su tremenda genialidad, una Medea del siglo XX que a diferencia de la original no eliminó de la escena a sus hijos para vengarse de su ex marido victima de celos atroces sino a sí misma.... 


En 1955 ingresa a Cambridge donde conoce a Ted Hughes un poeta seductor con quien contraería matrimonio y con quien compartiría una trágica historia. Llevaba ocho meses de haberse separado de él, su matrimonio de siete años se había desmoronado como un castillo de naipes, y son precisamente esos ocho meses el motor que la impulsarían a crear los poemas más deslumbrantes de su época los cuales fueron recogidos en forma póstuma por el mismo Ted en Ariel y Árboles Invernales. 


La historia de Silvia Plath y su esposo Ted Hughes es la de un matrimonio destruido por la infidelidad y los celos. El abandono de Ted en el mundo emocional de Silvia se traduce en sentirse desolada, nuevamente sola. Y quizás el daño que pudo causar al amante era su forma de venganza en general con los hombres, ante la experimentación del sentimiento de total desgarramiento que estos podían provocarle. (Desde las cenizas me levanto/Con mi cabello rojo/Y devoro hombres como el viento).



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