miércoles, 30 de mayo de 2018

Alfonso VIII & Raquel




Una de las leyendas más famosas de España es la llamada “La judía de Toledo”, la misma que nos recuerda la historia del rey Alfonso VIII, el cual aún casado con Leonor Plantagenet, hija de Enrique II de Inglaterra, se había enamorado de una mujer hebrea llamada Raquel. Dicho de esta forma pareciese ser una historia de amorío e infidelidad más dentro de las miles que mantenían los reyes a lo largo de la historia. Sin embargo, el amor entre éstas dos personas trascendería el tiempo y se convertiría en leyenda viviente hasta hoy en día.

La leyenda se desarrolla en la región del río Tajo. En una de sus tantas expediciones, el Rey Alfonso decide cruzar el Tajo para cazar junto a su cortejo. Adentrándose en el bosque en busca de algún desafortunado jabalí advirtió la presencia de un halcón, el mismo que no cesaba de perseguir a una paloma que se encontraba a pocos metros de él.

En cuestión de segundo el halcón logra su cometido e hiere a la paloma y Alfonso, al ver este infortunio, decide matar al halcón. Tras dispararle una flecha, el rey advierte que el halcón había caídos en una especie de jardín propiedad de un lugareño del bosque. Seguido de su cortejo decide adentrarse en el mismo y es en ese momento en el que la vida de este rey español cambiaría para siempre: Raquel aparecería por primera vez ante sus ojos.

Raquel era una joven “afortunada”: sus padres habían muerto debido a una grave enfermedad y ella heredó más de una propiedad y varias riquezas de ellos. Gracias a su vida ociosa había decidió dedicarse a la curandería preparando diferentes remedios caseros a base de hierbas medicinales. Al entrar el rey al Jardín advierte la presencia de Raquel, quien estaba recolectando hierbas de su huerta mientras contemplaba atónita el halcón que hacia pocos minutos había caído muerto entre sus rosales.

Ni el rey mismo supo describir la sensación que le provocó ver a a la joven. Nuca había conocido a alguien tan hermoso, a una persona que irradiara tanta luz. Fascinado por la presencia de Raquel, apenas pudo pedirle disculpas por la interrupción sin aviso a su jardín y luego de unos momentos, sin mediar palabra, sale del mismo junto a su cortejo.

Pasaban los días y el rey no podía dejar de pensar en la belleza de esta mujer hebrea, por eso decidió volver a verla. Alfonso y Raquel comenzaron a frecuentarse cada vez más, convirtiendo un simple encuentro cortés en una ardiente historia de amor. Pero todo se tonaría oscuro con el paso del tiempo: Alfonso ya no podía ocultar su amor por Raquel, pero debía mantenerlo en secreto debido a que era un hombre casado y de ninguna manera se aceptaría, dada su condición de cristiano, una infidelidad tan grande, con una plebeya, dentro del palacio.

Más allá de los problemas que le ocasionaría, Alfonso decide llevar a Raquel a vivir al palacio real. Dejando de lado sus obligaciones, y sin importarle la opinión de su esposa o la Iglesia, Alfonso decide vivir en aquella estancia dentro del palacio junto a su nuevo amor. Pasaron más de 7 años para que todo se vuelva mucho más peligroso: el pueblo, cansado de las malas decisiones de Alfonso, comenzó a levantarse en contra del rey.

Muchos decían que Raquel lo había hechizado; por otro lado, la reina Leonor, legitima esposa, alentaba a las masas contra el rey. La única solución viable era terminar con la vida de Raquel, pues era evidente que si no moría el reino entraría en decadencia absoluta. La reina contrató dos sicarios, quienes aprovecharon una salida del rey para entrar a la casa y matarla clavándole una daga en el corazón.

La tristeza del rey duró pocos minutos, un estado de cólera le invadió al ver a su amada envuelta en sangre y enseguida mandó a encontrar y ahorcar a los responsables del hecho. Sumido en un estado casi de locura, mandó a matar y exiliar a todos aquellos que alguna vez habían desprestigiado su relación con la judía y manda a Leonor, la ideóloga del asesinato, a vivir a un convento de Galicia, lejos del palacio real.

La leyenda cuenta que el rey pasó hasta sus últimos días sentado en la tumba de Raquel, hablándole. Otros dicen que Raquel se convirtió en paloma, aquel animal que simbolizaría el primer encuentro amoroso, y que el rey Alfonso se convertiría en una de ellas al morir para volar junto a su amada. Fuese cual fuere el final de esta historia de amor convertida en leyenda, siempre se recordará la historia de esta judía hechicera que encantó no por sus poderes, sino por su luz.

domingo, 27 de mayo de 2018

Edward Leedskalnin & Agnes Scuffs



Coral castle: el misterioso letón que construyó un enigmático castillo en Florida y su historia de (des)amor.

El día de su boda, su novia lo abandonó.

A inicios de 1912, Edward Leedskalnin, un letón que construyó un misterioso castillo en Florida, Estados Unidos, iba a casarse con Agnes Scuffs, 10 años menor que él, según relataba él mismo. Pero la joven canceló el compromiso inesperadamente.

¿Por qué en Letonia las mujeres no encuentran pareja? Si el episodio ocurrió así, ¿cuál fue la razón? ¿Le había hecho algo Ed?

¿Prohibió la madre de Agnes el romance porque que el novio era mucho mayor? ¿o porque era pobre?, como sugiere el libro "El misterio de Ed Leedskalnin y su Stonehenge estadounidense", de Rusty McLure y Jack Heffron.

¿Estaba Agnes enamorada de otro hombre?

En cualquier caso, la decepción llevó a Ed a emigrar a EE.UU., según Janis Leedskalnin, su sobrino nieto, citado por McLure y Heffron.

Nunca más regresó a su país natal, Letonia, en el este de Europa. Pero esperaba que su amada volviera con él.

Bajo esa creencia, esculpió unas raras piezas de coral (roca sedimentaria de carbonato de calcio y coral) agrupadas en lo que hoy es el museo "Coral Castle", ubicado en Homestead, Florida.

¿Le sirvió de algo su creatividad?

Llegada a Florida

Ed había nacido en 1887 en una familia granjera. Estudió hasta cuarto año de primaria y trabajó como albañil en su país.

A los 25 zarpó de Europa a EE.UU. y desde marzo de 1912, estuvo en los estados de Nueva York y Oregón, trabajando como obrero de construcción, hasta que contrajo un mal respiratorio.

Los médicos le recomendaron mudarse a un estado cálido como Florida.

En febrero de 1923 compró unos 8.000 metros cuadrados de terreno en Florida City, a 48 kilómetros al sur de Miami, por US$10.

El área era rica en roca de coral, con el que Ed esculpió las piezas del castillo en el que, según él, recibiría a Agnes cuando volviera.

Primer castillo

Como todo palacio, debía tener su trono. La silla para el "rey" -Ed mismo- fue la primera pieza que esculpió. Al lado puso una silla más pequeña, que ocuparía Agnes. Detrás del trono, hay un asiento para su suegra, por si llegaba de visita. Es el más incómodo. "Para que se fuera rapidito", explica Patricia Paredes, investigadora y guía del museo Coral Castle.

A un lado, instaló una mesa de coral con la forma del estado de Florida. "Ed decía que la mesa era para que los representantes de Florida se sentaran y discutieran cómo subir los impuestos", cuenta Paredes.

Entre todas las esculturas, el "obelisco", con una estrella de cinco puntas en la cúspide, resultó una de las más grandes, con 12 metros de largo. McLure y Heffron dicen que pesa 18 toneladas. Pero según información del actual museo Coral Castle, alcanza las 28.

Todas las esculturas del castillo se conservan hasta ahora y juntas suman cerca de 1.100 toneladas.

¿Cómo hizo un hombre que pesaba apenas 54 kilos para moverlas todas solo?

Leyendas

La mayoría de gente que conoció a Ed decía que era amable. Pero a la vez, evasivo, tímido y callado. Huraño y distante, según McLure y Heffron. Trabajaba de noche y nunca dejó que nadie lo viera.

Cuando le preguntaban cómo había construido el castillo, respondía que "conocía los secretos de las pirámides" de Egipto.

Después de su muerte, algunos contemporáneos empezaron a decir que lo habían espiado mientras hacía levitar las piedras.

Pero Ed fue autodidacta e inteligente. El libro de McLure y Heffron reúne fotos en las que se le ve junto a un gran trípode, formado por postes de teléfono o troncos de pino, con poleas colgando en el medio, que le habrían permitido levantar y mover las piedras que extraía del suelo de su terreno.

El decano de la facultad de Ingeniería de la Universidad de Miami, Jean Pierre Bardet, le dijo a BBC Mundo que es posible que Ed construyera el castillo con trípodes y poleas, pero añadió que, en todo caso, se trataba de "un gran logro para un hombre solo".

Orval Irwin, vecino de Ed, escribió en su libro "Mr. Can't is dead" (El Sr. No Puedo está muerto), sobre la creación de Coral Castle que "no fue misticismo, fue trabajo duro".

Esperando a la reina

A fines de los años 20, Coral Castle, entonces conocido como Rock Gate, ya recibía visitantes.

Ed cobraba US$0,10 (equivalentes a US$1,76 de 2016) por verlo.Y por escuchar su historia de amor.

Orwal Irwin cuenta en su libro que "con cualquier visita, Ed repetía entusiastamente la historia de cómo y por qué había construido el castillo para ella" , aunque llevara años sin verla.

Ed y los planetas

En abril de 1937, el letón compró 10 acres de terreno en Homestead, en la US1, una de las autopistas principales de Florida, a unos 40 kilómetros al sur de Miami. Había decidido mudarse. Pero no solo.

Planeaba llevarse las 1.100 toneladas de Rock Gate con él. Como de costumbre, sin ayuda.

Alquiló un tractor y un tráiler de ruedas sólidas para mover sus esculturas y terminó el traslado en 1938, recuerda Irwin.

En la nueva locación, Ed expresó su interés por la Astronomía. Esculpió e instaló un "telescopio" para ver la estrella del Norte y, en lo alto de una pared, colocó representaciones de la Luna en cuarto creciente, Saturno, Marte y Venus.

Lado oscuro

Pero Ed también materializó ideas más desconcertantes, como la llamada "esquina de arrepentimiento".

En una pared, abrió dos espacios con forma de cerillas de fósforo. Por la parte más abultada podía entrar la cabeza de una persona.

Cuando su esposa o los hijos que tuvieran se "portaran mal", el letón los obligaría a quedarse con el cuello ensartado en estas aberturas, como una forma de castigo.

Este rincón no fue el único aspecto perturbador. Ed escribió un conjunto de textos llamado "Un libro en cada hogar", en los que decía que quería estar con una chica que nunca hubiera salido con ningún otro hombre.

"Apenas una joven adquiere experiencia, empieza a perder la dulzura… tener algo de segunda mano es humillante", escribió Leedskalnin.

También creía que las personas "débiles" no debían votar y las que no podían valerse por sí mismas debían "perecer".

¿Tenía Ed un lado oscuro?

Un artículo de 1966 del periódico Miami News lo describe como "terco, dominante e insoportablemente perfeccionista". Agrega que "Ed era tan inflexible como la roca de coral que era su medio favorito de expresión".

Pero según Paredes, los vecinos del misterioso hombre siempre hablaron bien de él: "La gente que lo conoció decía que era un hombre excéntrico, pero muy bueno. No estaba loco".

El olvido

Agnes nunca volvió con Ed. Después de la mudanza a Homestead, él aparentemente la olvidó.

Al notar que ya no hablaba de ella, Irwin le preguntó si todavía la recordaba. "La dejé en Florida City", le respondió.

Ed murió el 7 de diciembre de 1951 a causa de una uremia. No dejó deudos, pero sí dejó el misterio en torno a su trabajo y a su historia de desamor.

"La gente se preguntaba si de verdad existía Agnes. Yo creo que sí, porque Ed no hubiera podido inspirarse sin ella en su corazón", escribió Irwin.


viernes, 25 de mayo de 2018

El trovador Macias



Cuenta la leyenda que Macías, un trovador de Galicia dedicado a escribir los más bellos poemas, durante su vida se vio envuelto en más un amorío. Una de las historias de amor más famosas en las que Macías estuvo implicado fue la que sostuvo con María de Albornoz, quien estaba casada con el prestigioso Enrique de Villena.

Villena y Albornoz eran un matrimonio noble bien acomodado socialmente y económicamente, pero, como todos los matrimonios de la época, el suyo también había sido “arreglado” por sus familias. El amor entre ellos no era puro, sino el resultado del paso de los años y la costumbre. Más pasaba el tiempo y peor se trataban el uno al otro, llegándose a convertir el aprecio en desprecio absoluto.

Macías trabajaba en la casa de los Villena-Albornoz. Desde el momento de la boda de los amos, él había quedado maravillado con la belleza y dulzura de María, enamorándose cada segundo que pasaba un poco más. Escribía rimas y poemas todos los atardeceres y se los regalaba a María, quien cada vez más correspondía a su amor, claro está, en secreto.

Por otro lado, Enrique ansiaba obtener el cargo de maestrazgo de la Orden de Calatrava, pero la condición para ascender al puesto era que fuese viudo o soltero, por lo que, sumido en la ambición, decide ponerse a pensar de que forma podía deshacerse de María.

Divorciarse era un gran problema, la familia Albornoz nunca lo aceptaría, y el asesinato era demasiado terrible como para hacerlo. Sin embargo pasaron los días y el Enrique decidió cumplir su objetivo fuera como fuese… ¿Cómo? Dándole a Macías la orden de mandar a matar a María.

Macías inventó más de una excusa para negarse a cometer tal acto contra el gran amor de su vida, por lo cual el rey no tuvo otra opción que contratar sicarios para cometer el crimen. Y un día aciago, el rey anunció a toda la comunidad que los restos ensangrentados de su esposa habían sido encontrados en el bosque.

Y varios días después de la muerte de María, Enrique se entera de la relación que mantenía la difunta con Macías, por lo cual decide encarcelarlo, tras haberlo sometido a una paliza, en la cárcel Arjonilla.

Y aquí la historia cambia de rumbo: en una celda contigua a la del trovador estaba María, la misma que se creía muerta desde hacía más de un mes. Entonces, y todos los días, Macías le recitaba poemas a su amada para que ésta aliviara su dolor y desesperación por el encierro. Ahora bien, no podían siquiera verse ni mucho menos tocarse.

Pasaron los meses y Enrique decidió visitar la cárcel. Al llegar y ver que los dos seguían vivos, y peor aún, amándose, mató a Macías. Casi por castigo divino, el Enrique pierde su puesto de maestrazgo varios meses después, quedando pobre y sin amor.

La leyenda cuenta que María logra escapar de la cárcel y regresa a Cuenca, su lugar natal. Los lugareños la veían caminar por las calles del pueblo como una loca, gritando por su amado y llorando sin cesar. Ya no era una noble, era una mendiga de la cual todo el mundo se burlaba.

Otros cuentan que dormía en las puertas de la iglesia donde se encontraban enterrados los restos de Macías. Un día, un sacerdote decide ir hasta el lugar y por sorpresa encuentra a María tumbada sobre la lápida de su difunto amado. Al llamarla, notó vio que no respondía… María estaba muerta.

martes, 22 de mayo de 2018

Eos & Titonos



El joven y bello Titonos, hijo del Rey de Troya Laomedonte, amaba a Eos, la diosa de la aurora. Era el primero en saludarla cada día, cuando ella abría en el cielo las cortinas color púrpura que daban lugar a las primeras luces del amanecer. Así Tithonos dormía al raso, sobre la hierba, para no perderse nunca la llegada de Eos. Por su parte, la diosa se acostumbró con el tiempo a recibir los saludos del joven y acabó enamorándose de él.

Por eso una mañana, Eos se percató enseguida de la ausencia de Titonos. No estaba en su lugar de costumbre, esperándola. Muy nerviosa, comenzó a buscarlo por todas partes. Cuando sus ojos dieron con el muchacho, éste yacía inerte sobre la tierra, pálido y con los ojos cerrados. Eos, aterrada, se precipitó sobre el cuerpo casi sin vida del joven y lo llevó volando hasta Zeus, el rey del Olimpo. Suplicó al dios que no permitiese morir a Titonos nunca. Zeus acepto su petición e hizo inmortal al joven.

Durante años, Titonos vivió en el Olimpo, rodeado de todos los dioses, en absoluta felicidad. Comía la mítica ambrosía y Eos, su amor, bailaba y cantaba para él. Pero había un problema. Eos, en su afán por salvarle la vida a su amado, olvidó pedirle a Zeus un pequeño detalle: que Titonos no envejeciera. Por eso, como cualquier mortal aunque se le había concedido la eternidad, comenzó a marchitarse. Su cuerpo se encogió, su voz se quebró y la debilidad se apoderó de él. Su aspecto era tan deplorable que los mismo dioses empezaron a rehuirlo.

Sintiéndose como un despojo, Titonos pidió volver a su querido prado, a aquel lugar donde había sido tan feliz. Eos lloró, pero se apiadó del anciano y le dijo: “Volverás a la Tierra, mi Titonos. Hacerte feliz sigue siendo mi mayor deseo. Serás libre, pero no como hombre, ya que no soporto la idea de que tengas que trabajar para comer siendo tan viejo. Vivirás cada estación de la manera más cómoda posible. En verano, serás un saltamontes, seguirás comiendo ambrosía y podrás cantar y bailar todos los días“.

Entonces la diosa convirtió a su amado en un pequeño y ágil saltamontes cuyo color verde el ayudaría a pasar desapercibido entre la hierba. Desde entonces, y todos los días, allí, en los campos podemos verlo saltar alegre bajo el sol.

sábado, 19 de mayo de 2018

Betty & Tody



¿Alguna vez has estado en un restaurante donde no te has sentido como un huésped, sino más como un miembro de la familia? ¡Sí, es lo mejor!

Betty era el tipo de mujer que te daba un abrazo y un beso en la mejilla antes de irte de su restaurante, incluso cuando nunca te había conocido antes.

Desafortunadamente, Betty murió recientemente. Es algo con lo que Tody luchó mucho y decidió que no tenía más opción que cerrar el restaurante.

Rompía su corazón abandonar el negocio que había construido durante tantos años con su otra mitad. Pero, debido a los costos del funeral, simplementeno no podía permitirse mantener el local

Cuando los clientes de Tody, muchos de ellos trabajando en una comisaría de policía loca y estación de bomberos, descubrieron que Tody estaba planeando cerrar su restaurante, se dieron cuenta de que tenían que hacer algo.

Se unieron para reunir lo que pudieran con la esperanza de que pudiera ayudar a Tody a mantener su restaurante.

Se inició una colecta que reunió más de 6000 dólares, un dinero que pudo cubrir los costos del funeral, permitiendo que Betty fuera cremada. Tras conocer los problemas económicos de Tody, la misma empresa funeraria ofreció un descuento, lo que naturalmente ayudó mucho.

Esto supuso que Tody pudo reabrir de nuevo el restaurante.

Un viernes por la noche, toda la comunidad se unió para dar una sorpresa a Tody; el restaurante Pinewood estaba lleno de gente de nuevo.

“Por el bien de todos, no queremos que cierres, queremos que el restaurante abra de nuevo”, dijo el oficial de policía Billy Grimmer.

“Ustedes son lo mejor”, dijo Tody, mientras luchaba por contener las lágrimas.

Como Tody es demasiado humilde como para hablar con los medios, él compartió sus sentimientos con el agente Grimmer.

“Me siento genial con esto”, dijo Tody.

“Es lindo tener buenos amigos y a toda la familia y todos los trabajadores en estas nueve yardas”.

Tody fue capaz de reabrir Pinewood de nuevo el 2 de enero de este año. Su hija ha tomado las tareas de Betty en la cocina, pero no se puede negar que el espíritu de Betty sigue en el lugar.

“Puedes sentirla en las sala ahora. Imagino que en algún lugar de mi cabeza puedo escucharla diciendo algo”, dijo sobre Betty uno de los mejores amigos de Tody, Mike Elliot.

Grimmer, un cliente regular, cree que era su labor ayudar como pudieran.

“Esto es sólo algo que haces desde el corazón, tan sólo amigos ayudando a amigos”, dijo.

Aunque Tody y su familia todavía tienen el corazón roto por su pérdida, saben que tienen el amor y el apoyo de la comunidad, lo que se ha demostrado puede llegar lejos.

En particular, Tody aprecia todo lo que ha significado para él este apoyo.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Grischa & Natalyja



Existe una leyenda rusa que cuenta que, en las proximidades de los Urales, había un pequeño pueblo, y en él una pequeña casa en la que vivía un matrimonio con su hijo llamado Grischa. Pese a que el muchacho había acompañado a sus padres en diversos viajes, aseguraba que ningún lugar se podía comparar en cuanto a belleza con su poblado y sus alrededores, colmados de maravillas naturales. Ni las grandes estructuras, ni la magnificencia del río Moskva a su paso por Moscú o los suntuosos palacios del zar hacían sombra a la tierra que habitaba Grischa, nada… hasta que conoció y se enamoró perdidamente de Natalyja.

Los dos enamorados pasaban largas tardes planeando sobre su futuro en común y sobre la posibilidad de tener hijos algún día; a veces tomaban Michkas y bebían Kumy o simplemente se tomaban de la mano y se miraban mutuamente durante horas. Incluso en los peores momentos, Grischa sentía que mientras estuviese junto a Natalyja nada podría hacerle daño, pero comenzaba a albergar el temor de que su suerte cambiase de un momento a otro, como finalmente sucedió.

Una tarde, Grischa llevaba como regalo a Natalyja una caja de Michkas mientras pensaba en las más sublimes palabras para dedicarle a su amada. Al verla, le dedicó una amplia sonrisa y un beso, pero cuando sus labios se juntaron Grischa advirtió que algo no marchaba pues aquel beso era tan frío e indiferente como el de un desconocido. Acto seguido Natalyja le confesó que su relación había llegado a su fin, ya que ella debía marcharse lejos.

El desolado Grischa tuvo que enfrentarse a la situación, pero su amor por ella no le dejó pensar en otra cosa y comenzó a buscarla por todas partes: en el campo, en pueblos vecinos, en calles y callejones. Hasta que un día la vio fugazmente y se acercó, pero en su desesperación por recuperarla sus palabras hacia ella fueron torpes e impertinentes, de reproche por su actitud, a lo que Natalyja respondió con desdén. Al ver el error que había cometido por no pensar sus palabras, decidió que ya no la buscaría más y que la había perdido para siempre.

Pero una tarde, Grischa vio a Natalyja en la distancia, pero en lugar de acercarse se quedó mirándola desde lejos, viendo que los años la habían vuelto incluso más hermosa que antes. Las llamas de su pasión por ella aun ardían con intensidad, pero había decidido dejar que Natalyja fuese libre, así que se marchó.

Poco después, Grischa se encontraba a orillas del Mar Negro y lentamente comenzó a adentrarse en sus aguas hasta que desapareció bajo ellas. Se dice que la pasión de su corazón dio a los atardeceres el color rojo del fuego, el de la llama que ni las frías aguas pudieron apagar.

Natalyja nunca supo que el color carmesí de los atardeceres nació del recuerdo de su joven amor.