miércoles, 28 de marzo de 2018

Dylan Thomas & Caitlin Macnamara



Dylan dijo que me amaba la primera vez que nos conocimos, y aunque yo había hecho el amor anteriormente, eso era algo que ningún hombre me había dicho. Con esta oración empieza el formidable libro Caitlin: Life with Dylan Thomas, editado por George Tremlet a partir de unas grabaciones hechas a Cailtin Thomas en los ochenta. A través de una serie de monólogos, Caitlin narra las virtudes y los defectos de uno de los romances más tórridos y comentados de la primera mitad del siglo pasado. Ojo: aquí no hay tapujos, sino al contrario, Cailtin lo cuenta todo y está dispuesta a contar más cada vez que George Tremlet se lo pide. Y la verdad es que George Tremlet es un excelente entrevistador y editor. A poco de empezar las grabaciones, Caitlin confiesa con total franqueza que nunca tuvo un orgasmo con Dylan. Sosteniendo una taza de té, rememora una y otra vez los momentos más dulces y más tormentosos de la pareja, sin dejar en ningún momento de ironizar al respecto. La relación entre Dylan Thomas y Caitlin Macnamara se circunscribe en la tradición de las grandes relaciones amorosas de todos los tiempos y se pudiera decir que son deudores sentimentales de Elizabeth Barret Browing y Robert Browning. O más bien, de la idea romántica de intensidad absoluta.

Amor Eterno

Esta es más o menos la vida de la pareja. Se conocen en 1936 en un bar donde se juran amor eterno. Dylan tiene apoyada la cabeza en las piernas de Caitlin y la mira a los ojos. Dylan Thomas apenas ha publicado un libro de poemas titulado 18 Poems y Cailtin es bailarina y amante de un sujeto llamado August John. Dylan pelea en diversas ocasiones con August John hasta que Caitlin abandona a éste y se muda con Dylan . Se casan el once de julio de 1937. Dylan no ha cumplido los veintitrés años todavía. Caitlin es un año mayor que Dylan. También es del mismo tamaño, aunque Dylan acomplejado con su estatura, siempre repetiría que es dos pulgadas mayor que ella. En 1939 nace su primer hijo Llewelyn Edouard Thomas. Caitlin tiene un parto de aproximadamente cuarenta y ocho horas. Dylan no asiste al parto. Dylan lo más seguro está en un bar borracho. Caitlin asegura que se halla con una muchacha apodada Joey la ardiente. Las infidelidades se repiten continuamente. Las deudas crecen. Caitlin se quiere comprar un vestido azul, pero no hay dinero con qué. Dylan se emborracha en las noches y escribe en las mañanas con resaca. Se murmura , entre amigos de la pareja , que Caitlin lo encierra en un cobertizo para que éste escriba y no salga a los bares a emborracharse. Ella desmiente eso. Se publican sus libros en Londres y en Estados Unidos. El Mapa del Amor, El Mundo que Respiro, Retrato del Artista Cachorro. Viajan a Gales. Retornan a Londres. Nace Aeronwy Bryn Thomas mientras Londres es bombardeado por los Nazis. Cailtin se deleita con su hija. Dylan no asiste a la boda de su mejor amigo, Vernon Watkins. Es el padrino de la boda . Se publica Muerte y Entradas que según Caitlin es lo mejor de Dylan . Dylan recibe una beca a Italia y se quedan un tiempo en Rapallo , Florencia y Elba . Cailtin tiene un amante en Elba. Dylan se aburre porque no entiende nada de italiano. Nace el tercer hijo de Dylan Thomas, Colm Caran Hart Thomas. Dylan tampoco asiste a este parto. Colm tiene los mismos rizos que tenía Dylan cuando niño. Dylan es invitado a recitar su poesía a los Estados Unidos. Caitlin tiene dos abortos. Del segundo dice: fui a una dirección en Londres donde habían dos doctores y una enfermera que estaban a cargo de una clínica privada. Hice todos los arreglos yo misma y llevé el dinero. (No era tan complicado preparar un aborto en esos días, suponiendo que fueras discreta y pudieras pagarlo.) Naturalmente, Dylan evitó todas esas dificultades. El había viajado conmigo desde Gales y me acompañó hasta la clínica, pero no se atrevió a entrar; se fue al bar en el lado opuesto de la avenida, y no sé qué pasó con él después de eso.

Desde Estados Unidos Dylan le escribe las cartas más pasionarios y amorosas que se hayan escrito jamás. Caitlin no cree en esas cartas. Las deudas crecen. Dylan gasta todo el dinero bebiendo e invitando tragos a los amigos. Caitlin le es infiel a Dylan . Dylan le es infiel a Caitlin. Cailtin golpea la cabeza de Dylan contra el piso. Viajan juntos a Estados Unidos. El padre de Dylan muere . La hermana de Dylan muere en Bombay . Dylan viaja por tercera vez a Estados Unidos. Dylan tiene una amante llamada Lizz Reitell. Cailtin se enfurece. Dylan vuelve a Londres donde aparece por primera y única vez en la televisión leyendo uno de sus cuentos. Hace su último viaje a los Estados Unidos. Una noche , Dylan se bebe dieciocho copas de whiskies y sufre un delirium tremens. Unas de sus últimas palabras, antes de morir, serían: creo que es un record.

Acabé de leer el libro de Caitlin sentado en el White Horse Tavern. Era mi segunda vez en el bar. El White Horse Tavern es el bar que Dylan frecuentaba cuando estaba en Nueva York y se encuentra ubicado en la 567 de la Hudson Avenue en dirección este al Greenwich Village. Caitlin decía que su esposo lo frecuentaba porque era el bar que más se asemejaba a un Pub de Londres. El White Horse Tavern tiene un salón dedicado al poeta con las paredes repletas de afiches, de fotos, de placas y de las fotos de una señora con el pelo encanecido y los ojos azules que ni las camareras ni yo tenemos ideas de quién se trata. La camarera que me atendió al observarme fotografiando las paredes, se acercó y sonriéndose me aseguró que a ella también le encantaba Dylan. Habló de la Habana, Cuba, donde había nacido. Habló de los turistas de todas partes del mundo que visitan el bar y que brindan con cervezas para recordar al poeta. Habló de una obra de teatro en que participó basada en la vida del poeta galés que le impresionó tanto que a las pocas semanas se dirigió al White Horse Tavern en busca de empleo. A la semana estaba contratada. La obra se llama Dylan y trata de los días previos a la muerte de Dylan Thomas y de su relación en esos días con Caitlin y con su amante norteamericana, Lizz Reitel.

¿Cómo fueron esos días previos a su muerte? Dylan se encontraba en su cuarta gira por los Estados Unidos. Sus tres primeros viajes lo habían hecho famoso en las universidades y en los ambientes literarios de los Estados Unidos, ya que donde quiera que se presentara a recitar centenares de personas abarrotaban el lugar y quedaban hipnotizadas escuchando la potente voz del poeta. En el anterior viaje había empezado un romance con Lizz Reitel, la asistente de John Brinnin, el catedrático universitario que invitó al poeta a los Estados Unidos y quien posteriormente escribiría el libro: Dylan Thomas in America : An Intimate Journal. Lizz Reitell era la encargada de supervisar la puesta en escena de la obra Bajo el Bosque de Leche, que Dylan escribía y reescribía desde mediados de 1952. No obstante esto, Dylan seguía jurándole su amor incondicional a Caitlin a través de apasionadas cartas que esta leía con incredulidad. En el pasaje de una carta enviada a Caitlin durante su primer viaje, Dylan escribe: Caitlin. Sólo escribir tu nombre así. No tengo que decir Mi querida, Mi amor, Mi dulce, aunque si murmuro esas palabras todo el día y la noche. Caitlin. Y todas las palabras están en esa única palabra. Caitlin, Caitlin, y puedo ver tus ojos azules y tu pelo dorado y tu sonrisa lenta y tu voz lejana. Tu voz lejana que ahora dice en mi oído las palabras de tu última carta, y gracias, querida, por el amor que me enviaste. Te amo. Nunca lo olvides, ni por un solo momento del largo, lento, triste dia de Laugharne, nunca lo olvides en tus entrañas, en tu matriz, en tus huesos, en nuestra cama de noche. Te amo. Sobre este continente llevo tu amor dentro de mi, tu amor va conmigo en el avión, dentro de las habitaciones de los hoteles donde momentaneamente abro mis maletas -medio llenas, como siempre, de camisas sucias- y recuesto mi cabeza y no duermo hasta el amanecer porque puedo oír tu corazón latiendo junto a mí, tu voz diciendo mi nombre y nuestro amor sobre el sonido del tráfico nocturno, sobre el neon brillando, profundo en mi soledad, mi amor.

Dylan se pasaba los días en Nueva York bebiendo, asistiendo a fiestas y musicales y pensando en la muerte. Iba al White Horse Tavern en la tarde y salía del bar casi de madrugada acompañado por una mujer distinta. En esos días estaba viviendo en el Hotel Chelsea que se encuentra a varias cuadras del bar. El recorrido bien lo podía hacer tomando la séptima avenida hasta la calle once en que descendía unas cuadras para encontrarse de frente con el White Horse Tavern. Dylan estaba desgastado física y mentalmente y sus amigos de juerga le recomendaban que fuera a ver un psicoanalista. Lizz Reitel no soportaba más las excentricidades protagonizadas por Dylan que iban desde beber irresponsablemente hasta fingir que él era un doble de Dylan Thomas cuando la gente lo reconocía en las calles o en las fiestas. Quería romper la relación. Lo mismo pensaba Cailtin, en Laugharne, durante caminatas que hacía pensando en cómo iba a hacer su futuro y el de sus hijos sin Dylan.

EL tres de noviembre de 1953, estos panoramas empezarían a afianzarse. Dylan comenzó el día firmando un contrato que le ofrecería mil dólares semanales por continuar con su gira de recitales. Aunque se trataba de una excelente noticia y sería el final de sus penurias económicas, Dylan se encontraba depresivo. En la tarde, Lizz Reitel se sentó con el poeta y éste empezó a llorar, mencionando entre sollozos, a su esposa, la miserable existencia que llevaba y el intenso deseo que tenía de morir. En medio de la habitación del hotel , balbuceaba: Yo quiero ir al jardín del Edén a morir… para estar por siempre inconsciente. Tú sabes que yo adoro a mi hijito… yo no puedo soportar el pensamiento de que no lo voy a ver nuevamente. Pobrecito mocoso , él no se lo merece. El no se merece mi búsqueda de la muerte. Realmente quiero morir.

Refiriéndose a Cailtin, dijo: No tienes idea de cuan hermosa es. Hay una iluminación en ella … que brilla.

Luego de esto, Dylan durmió hasta las dos de la mañana, se levantó y le dijo a Lizz Reitel que iba a salir a tomar un trago. Dos horas y medias más tarde, Dylan retorna. Camina hasta el centro del cuarto y dice: Me bebí dieciocho whiskies seguidos. Creo que es el record.

Ambos se levantan al mediodía y se dirigen al White Horse Tavern donde un Dylan pálido se toma sólo dos cervezas, dado que le es inútil beber por el fuerte malestar que siente y Lizz Reitel decide retornar al hotel Chelsea desde donde llama al doctor Feltenstein. Este le inyecta ACTH, ante la negativa del poeta, y lo medica. Minutos u horas después, Dylan empieza a sufrir delirius tremens. Le vienen alucinaciones. Ve abstracciones, rectángulos, cuadrados y círculos. Empieza a gritar. Lizz Reitel, después de observar cómo el rostro de Dylan se pone azul , llama una ambulancia que lo lleva al St. Vincent Hospital. Una reliquia

Si uno camina la calle 11 desde el White Horse Tavern se ha de encontrar con dicho hospital. Es un hospital antiguo que ha sido remodelado en más de una ocasión y que yace como una reliquia, entre dos avenidas bien transitadas y repletas de tiendas y cafés. Caminé y rodeé el hospital con la esperanza de encontrar una placa que dijera que Dylan estuvo interno ahí, pero por más que busqué no encontré nada y me alejé y permanecí observando el hospital largos minutos desde el otro lado de la calle . Dylan Thomas duró cuatro días en estado de coma dentro de ese hospital. El cinco de noviembre Caitlin arribó a Nueva York, después de haber recibido un telegrama de John Malcom Brinnin en que se le anunciaba que su esposo se encontraba terriblemente enfermo. Brininn me encontró en el hospital ST. Vincent; desde entonces he leído su reclamo de que yo lo saludé diciéndole, “¿está el jodido hombre vivo o muerto?”, aunque yo no tengo recuerdos de haberle dicho eso. Cuando llegué al hospital, recuerdo encontrarme a mi misma rodeada de un monton de personas. Luego alguien me empujó hacia delante, diciendo , “Señora Dylan Thomas.... por aqui, por favor “ De repente , todo parecía más urgente; estaba siendo empujada enfrente de todo el mundo , sin sentir emociones conscientes , solamente intentando hacer lo que yo sentía que tenía que hacer. Estaba todavía un poquito mareada, o medio borracha , probablemente. El hospital estaba completamente lleno y podía escuchar mis propios pasos mientras era conducida por las escaleras al piso donde Dylan estaba. Llegué a un corredor, repleto de gente – veinte o treinta personas . No sabía ni quienes eran o de dónde habían venido , pero me di cuenta que todos estaban mirando a través de un cristal al final del corredor de la habitación donde Dylan yacía; se había convertido en una especie de espectaculo. Allí estaban todos, asomándose al cristal, sin decir una palabra. Estas personas habían estado ahí por varios días y noches, jurando que eran sus amigos, aunque yo dificilmente llegaba a reconocerlos. Nadie me había preparado para esto; hasta ese momento no tenía idea de cuán enfermo estaba .A Rose Slivka le dije que no podía ir conmigo mientras una enfermera me llevaba al interior de la habitación donde Dylan yacía, y entonces lo vi sujeto bajo las sábanas con lo que parecía una tienda de oxígeno detenida a un lado. 

El estaba respirando, pero yo podía ver la manera en cómo estaba tomando el aliento. De hecho, todo lo que yo podía ver eran sus manos, descansando a ambos lados . Todo parecía el triste final. El se veía en paz, pero bien alejado . No había un sentimiento personal entre nosotros porque él estaba bien muerto, y esa era la primera vez que me daba cuenta de eso. Esa era la parte terrible, darme cuenta de inmediato. No sabía qué hacer. Hablé con él, pero él no respondía, y me sentí tan avergonzada con todas esas personas observándome a través del cristal; me sentí como si yo estuviera sobre un escenario. Ellos seguramente se estaban preguntando qué demonios iba a hacer. Me senté en la cama y empecé a enrollar un cigarrillo, pero mis manos temblaban, y no pude: el tabaco se desparramaba en el piso, y pensé , “ Mi Dios , esto no es lo que debiera hacer”. Pensé que tenía que hacer algunos gestos de afecto a Dylan porque allí estaban todos ellos, mirando hacia a mí a través del cristal. Empecé a tratar de acercármele; quería darle un abrazo, por lo que rodé hacia él. La enfermera se acercó estrepitosamente y me haló . “Lo vas a ahogar “, dijo, y luego yo vi sus pequeñas manos nuevamente. Tomé una. No era una escena dramática en ningún sentido porque yo no sabía cómo actuar, y yo estaba bastante preocupada por cómo mi comportamiento debía ser y no ser. No sabía si ellos podrían ver cuán borracha estaba (ellos probablemente podían). Me puse arriba de él porque quería que él sintiera mi cuerpo y calentarlo un poquito , pero obviamente era la peor cosa que podía hacer. Al rato dejé el cuarto . Afuera en el corredor vi nuevamente esas personas , y fue ahí donde de repente me golpeó. Empecé a chocar mi cabeza contra el cristal , tan fuerte como podía , y entonces ellos me arrastraron , creo . Despues de eso yo tenía la extraña impresión de que estaba dentro de uno de esos corredores donde había un montón de barras de hierro suspendidas del techo rodeando las camas, y yo empecé a colgar de ellas, saltando de una a otra, viajando alrededor de la habitación. Cuando iba bajando las escaleras vi una figura de Cristo, enorme y de madera , de aproximadamente cuatro pies de alto , pegada en la pared y la arranqué de dónde estaba colgada , la arrojé al suelo e intenté destruirla , pensando “ Mi Dios. Lo he amado tanto (Quería decir Cristo , no Dylan) , y esto es lo que El me ha hecho a mí”. Por supuesto, después de un rato de eso, el hombrecito con el traje blanco se acercó, y ellos me pusieron una camisa de fuerza, terriblemente apretada, de una manera tan cruel que apenas podía respirar. Luego ellos me llevaron al manicomio de Belleveu , donde fui dejada toda la noche, con la camisa de fuerza apretada y recostada de una cama. Me estaba muriendo de sed y me mantenía clamando por agua , sólo agua , algún líquido frío después de todos esos tragos que había tomado . Ellos no se percataban. Pensaba que estaba siendo castigada porque me había portado tan mal con el crucifijo . Eventualmente me quitaron la camisa de fuerza, y Rose vino con su esposo y pidieron que se me permita dejar el manicomio, pero ellos no me dejaron ir inmediatamente: me dijeron que tenía que permanecer ahí por unos cuantos días. Al día siguiente yo estaba sentada en el dormitorio de mi pequeño manicomio blanco de turno cuando un hombre se apareció a la puerta y dijo que me quería ver . El dijo: “ Dylan ha muerto “. Al principio, yo no dije una palabra porque yo sabía que Dylan había estado bien muerto cuando lo vi , y me di cuenta entonces, sin que nadie me dijera , que no habia esperanzas. Y ahora , aqui estaba este horrendo hombrecito, obviamente aguardando que empezara a volverme histérica: no quería darle la satisfacción. Así que él se marchó, y yo volví a golpear mi cabeza en la blancas y limpias paredes del manicomio.

En la portada del libro Caitlin: Life With Dylan Thomas, hay una fotografía de Dylan y Caitlin sentados en el bar del hotel Brown en Laugharne. Dylan mira hacia la cámara mientras Caitlin está observando hacia un punto indiscernible para nosotros. En esa foto la pareja está joven y recién casada y de alguna manera se ven relucientes. A mí me parece que es la foto más representativa de su matrimonio. Dentro del libro, hay una foto de 1957 en que aparece Cailtin enfrente de la anterior foto que está enmarcada en la pared del bar del hotel Brown. Caitlin ha envejecido, está vestida de negro, mirándo hacia otro punto que es imposible discernir, pero al contrario que en la otra foto , su mirada transluce tristeza y dolor. Cailtin acaba de publicar su libro Leftover Life to Kill sobre el vacío que dejó en ella la muerte de Dylan. Caitlin durante esos días ha sobrevivido a varios intentos de suicidio y se ha transformado en una alcohólica empedernida. Con los años pasará de un centro de alcoholicos anónimos a otro centro de alcohólicos anónimos. A finales de los setenta, se recupera y se instala en Sicilia con un nuevo esposo y con un hijo que tuvo a los cuarenta y nueve años de edad. Muere en 1994 a la edad de ochenta y tres años. Caitlin nunca olvidaría a Dylan. Al final de Caitlin : Life With Dylan Thomas , dice:

Yo estoy pendiente de Dylan constantemente . Pienso en su cabeza y en sus manos; esa es la imagen que tengo día tras día. Cada vez que me encuentro deprimida, la tengo más viva. Sus pequeñas y estrechas manos eran blancas y con dedos largos, como las manos de los artistas deben ser, mientras las mías, en contraste, son cuadradas, rojas y toscas, heredadas de mi padre. Las suyas eran blancas, cosas inútiles que nunca hicieron un trabajo que no fuera sostener un lápiz. Eso fue lo que más me golpeó cuando murió . Cuando lo vi en el hospital en Nueva York , esos dos pequeños peces se salieron de las sábanas de su cama. Su cara estaba cubierta con tubos provenientes de la máquina de oxígeno, y todo lo que podía ver eran esas dos pequeñas manos. Cuando lo traje de vuelta a Laugharne y lo vi por ultima vez en su ataúd en el Pelican, allí estaban ellas nuevamente. Esas dos manitas. Eso es lo que más siento dentro de mi piel. Ellas parecen completamente inútiles, y aún así ellas dicen tanto.

jueves, 22 de marzo de 2018

Billie Holiday & Louis McKay



La sola mención de su nombre evoca en nosotros la imagen de la negra cantante de jazz, de prodigiosa voz y turbulenta vida. Nos basta con cerrar los ojos y entonar una de sus conmovedoras interpretaciones para entrar en éxtasis:

‘De los árboles del sur cuelga una fruta extraña / sangre en la hoja y sangre en la raíz / cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña’.

Así cantaba Billie en 1939 uno de sus temas legendarios, Strange Fruit. La intérprete tiene entonces veinticuatro años y empieza a libar las mieles del éxito: ha conseguido su primera presentación como líder, en el Café Society del Greenwich Village neoyorquino y no duda en incluir el tema en su repertorio. Su voz quebrada por la emoción, fluye de su garganta rotunda y doliente, estremeciendo al auditorio.

Billie ‘es la canción’, un ‘strange fruit’ surgido de la miseria y el desamor, apaleado, resucitado y hundido, reencontrado y finalmente muerto en vida. En ella evoca a sus hermanos del sur, linchados por ser culpables de un único pecado, el color de su piel.

Ella es la niña negra fruto de la unión de una joven de 13 años con Clarence Halliday, un guitarrista de jazz que solo le aventajaba dos años más. El músico, demasiado joven e inmaduro para abordar la paternidad, abandonaría a madre e hija a su suerte pocos años después. Eso sí, la pequeña llevaría su apellido, y le dejaría además el que sería su nombre artístico, Bill, porque para él su pequeña parecía un chico.

La pequeña Eleonora Flanagan crecería en el Baltimore de entreguerras, al cargo de su madre, que no al cuidado, puesto que la joven poco podía ocuparse de ella: negra, pobre y sin estudios, se vio obligada a alternar trabajos de asistenta y prostitución. Mientras, la niña quedaba al cargo de familiares, conocidos o vecinos, quienes, como es de esperar, se ocupan de ella poco y mal.

Sería uno de estos últimos, un tal Wilbert Roch, quien la violaría cuando contaba solo diez años, aunque un jurado racista la consideraría culpable a ella , no se sabe muy bien de qué, al tiempo que solo condenaría a tres meses de prisión a su agresor. A raíz de este suceso, Eleonora sería internada en un reformatorio católico, Good Shepherd, centro del que no saldría hasta tres años después. Por aquel entonces su madre trabajaba en un prostíbulo de Harlem, y allí pasaría ella también los siguientes años. Eleonora logró ser todo lo feliz que las circunstancias le permitían, gracias a una antigua gramola de la que emergía la prodigiosa música de Louis Armstrong y Bessie Smith. Ellos serían su’ salvación’. La joven aspirante canturreaba y bailaba al son de la misma mientras hacía camas y limpiaba retretes.

Pero la sordidez que la rodea la envuelve en sus redes y pronto empieza a prostituirse, lo que le lleva de nuevo a la penitenciaría. Al salir continúa prostituyéndose pero también decide probar suerte con la música y empieza a cantar en los bares de Harlem. Hasta que un buen día llega al Pod’s and Jerry’s. El cabaret será transcendental para su carrera: allí logra ser contratada por 18 dólares semanales. La joven aspirante tiene solo dieciséis años y se contonea entre las mesas para solaz de los habituales, que la jalean mientras consumen sus cervezas. Eleonora fuma marihuana y empieza a consumir alcohol con propiedad.

Un buen día aterriza en el local John Hammond, consumado cazatalentos productor de Columbia, que vislumbra al diamante en bruto y decide lanzarla al estrellato. La artista en ciernes cambia su nombre por el Bill de la infancia, y empieza a recorrer escenarios y a grabar temas. Ahora es Billie Holiday cantante de blues, consumada intérprete de jazz . Su primer disco, Your Mother’s Son-in-Law, grabado en 1933, le hace ya un hueco entre los grandes del momento. Billie asciende rápidamente y pronto es una estrella.

Pero fuera de los escenarios, Billie vuelve a ser aquella niña negra dejada de la mano de Dios. Su color de piel le impide el acceso a ascensores y entradas privadas, vetadas a los negros, y, pese a su relevancia, su sueldo no es ni con mucho equiparable al de los artistas blancos.

En 1935 debuta en el prestigioso teatro Apollo (meca de la música afroamericana), y poco después aparece en un cortometraje junto al gran Duke Ellington. Billie actúa con diferentes bandas, en una de las que conocerá al que será su mejor amigo, el malogrado Lester Young, quien la bautizará con el sobrenombre de ‘Lady Day’ . Una ilusionada Billie protagoniza giras y logra actuar junto a los grandes, entre los que se encuentra su admirado Louis Armstrong.

La década siguiente es sumamente prolífica: Billie graba cerca de 200 canciones, algunas de ellas piezas magistrales del jazz como Our love is diferent, Love My Man o Fine and Mellow junto al mencionado Lester Young, dos años antes de su trágica muerte.

Pero al tiempo que madura como cantante empieza a probar psicotrópicos, y junto a éstos aparecen los hombres, que muchas veces son quienes se los facilitan.

La vida amorosa de Billie es tan promiscua como tortuosa. Confiada en encontrar el amor verdadero, se casa en dos ocasiones: en 1941 con el trompetista Jimmy Monroe y en 1957 con el mafioso Louis McKay. Ambos matrimonios fracasan.

MacKay la destroza: al tiempo que impulsa su carrera y supuestamente la aparta de las drogas, la utiliza como máquina registradora y la muele a palos. A él dedicará su canción My Man: ‘No sé por qué tengo que hacerlo / No es honesto / Me pega, también / ¿Qué puedo hacer? / Oh, mi hombre, lo quiero tanto’.

Billie es ya una adicta, abusa de los estupefacientes y pronto se erige en la drogadicta más famosa del país. Detenida en repetidas ocasiones, es encarcelada y pierde la tarjeta necesaria para actuar en los locales nocturnos neoyorquinos de prestigio, lo que la obliga a abordar giras de dudoso postín.

Consumida por las drogas y alcoholizada, graba sin embargo Lady Satin, con la que demuestra que su voz ronca y madura continúa siendo bella.

Pero la vida de Billie se apaga. El 17 de julio de 1959, la cantante, arrestada por consumo de drogas, yace en una cama del hospital de Nueva York víctima de la cirrosis. Junto a ella se encuentra solo su perro. La muerte la sorprende y Lady Day no puede hacerle frente. Tiene solo 44 años.

‘Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos. / Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire, para que el sol la pudra, para que los árboles la dejen caer./ Esta es una extraña y amarga cosecha". (Strange Fruit, fin de la canción).

viernes, 16 de marzo de 2018

Dora Carrington & Lytton Strachey



Nada sabía Dora Carrington, la chiquilla inconformista que obtiene a los diecisiete años una beca de estudios para la Slade School of Art de Londres, de los cambios y vicisitudes que iba a sufrir en su densa aunque muy corta vida. De lo que sí empezaba a ser consciente era del ambiente liberal de la escuela, situada en el núcleo cultural londinense, y de la matriculación en ella de alumnas, así como de la coeducación en la enseñanza.

Dora, en su “horrible niñez” -como contaría más tarde-, tenía endiosado a su padre, un ingeniero de la Compañía de Ferrocarril de las Indias Orientales a quien sus innumerables viajes por el mundo le habían hecho llano y receptivo y a quien su hija dibujaba casi de forma enfermiza. A su madre la despreciaba. Antes de casarse había sido institutriz, y su hija la veía puntillosa y meticulosa. Para ella no dejaba de ser una mujer vulgar, común, restrictiva y dominante.

Nacida en 1893 en Hereford -Reino Unido-, Carrington huyó como pudo, desarrollando la aversión al sexo. Según Noel, su hermano pequeño, para la madre de ambos “resultaba impensable cualquier referencia al sexo o a las funciones físicas normales”. Paralizada y sin poder volar, su vida fue bastante poco común, extraña y bisexual. En 1915, a los veintidós años, conoce al que sería desde entonces el amor de su vida, su deidad, el biógrafo Lytton Strachey, cuando este tenía treinta y cinco años; un representante de los intelectuales que componían el grupo de Bloomsbury, junto con Virginia Wolf, Gerald Brenan, Bertrand Russell, el economista John Keynes, o el doctor Cecil Reddie, pedagogo y director utópico de la progresista Escuela Abbotsholme, entre otros.

Si pueden captar nuestra atención las vidas desoladas, de solución adversa, aquellas que parecen abocadas a una relación de azares tristes y desdichados, en absoluto es por una curiosidad detestable y malsana; sí lo es porque, seguramente, todos tenemos en mayor o menor medida la sensación de estar siendo perjudicados, destruidos aunque no derrotados, como escribía Ernest Hemingway en ‘El viejo y el mar’. Nos quedarán las pequeñas o mayores glorias de esos protagonistas -el sistema les calificará siempre de antagonistas- que eligieron su autodestrucción. Admiramos la calidad de Dora como pintora y retratista, su palabra encendida y su vigor que no casaba con la convención, con el tiempo victoriano en que vivió, no siéndole difícil vivir con los jóvenes insumisos de Bloomsbury.

Asimismo, este grupo de bohemios la pretendió soñadora y delicadamente. En Bloomsbury fue acunada, considerada, y también exaltada. Su marido fue Ralph Partridge, el cual se había ido a vivir con Lytton y Dora. Su amante, Gerald Brenan; y su amiga, Virginia Wolf. Pero de quien estaba rendida y a quien se entregó a la felicidad de él fue Lytton Strachey. Dora sobrevivió al ménage poligonal que se estableció entre ellos, al haberse enamorado Lytton de Ralph. Nada pudiera haber acabado con el intenso amor que se prolongó durante toda su vida. El trato de Strachey con Carrington fue más bien paternal, además de darle una formación literaria mientras ella pintaba, llevaba la casa y le adoraba.

Allí se encontraba lejos, aunque ya la había marcado, del dominio opresivo y del poder angustioso de su madre extremadamente puritana. El ritual de ir a la iglesia y la vida dominical llegaron a ser tan detestados por Dora que una vez libre solo sabía perderse en la pintura y en las necesidades materiales de Lytton. Más allá de las diferentes opciones sexuales de ambos, Carrington profesó a Strachey una lealtad sin límites, y este sorprendió el amor de una mujer únicamente en la contemplación de ella.


Lytton viajaba mucho, incluso se separaban uno o dos meses en los que el escritor le remitía extensa y entretenida correspondencia. Le escribía cuanto descubría, cuanto contemplaba y percibía, teniéndola al corriente. Y Dora comenzó a entender su propio descuido de la educación formal y de comprensión literaria. Se dolía de no lograr escribirle adecuadamente; según sus propias palabras, se le manifestaba como algo excesivamente trabajoso y complejo. Sin embargo, no por ello dejó de haber entre ambos un compañerismo hasta el final de sus días. Este amor de Dora hacia Lytton haría tambalearse constantemente la amistad y sintonía con los otros miembros del grupo, como fue el caso de Brenan su arrebatado amante de quien se iba distanciando Dora.

No fue Carrington una mujer contradictoria; sí, exagerada y, a veces, disparatada. Que se encaramase desnuda y en pose alada encima de una estatua puede hacerla ser ambas cosas, pero no contradictoria. Eran los años 20, entre el desastre de la primera gran guerra y la Depresión del 29. Dora y el grupo de Bloomsbury viven una década como la vive todo el mundo: el entusiasmo y el delirio como recetas ante las sombras en que les había dejado la contienda. Vientos, y muchas veces ciclones, querían despejar esas sombras y, de sus cenizas, generar algo totalmente diferente. Y en el centro de esa novedad se encontraba Dora Carrington. Y cuando Lytton Strachey muere, Dora se encuentra sola y sin ninguna motivación. Su vida no tiene sentido. Su suicidio, a la edad de 39 años, temido y casi anunciado por sus amigos comunes, fue inevitable. Fue coherente con sus sentimientos y con una personalidad dependiente.

Lytton le dejó heredera de una pequeña fortuna, por afecto y por el desvalimiento económico en el que se encontraba.


miércoles, 14 de marzo de 2018

John Keats & Fanny Brawne



Hoy en día, si nos ponemos a pensar, podemos ver que las grandes historias de amor son ésas que, por desgracia, no han tenido un final feliz. Resulta curioso ver que los romances que terminan con un final feliz no impactan o gustan de la misma manera que los primeros que he nombrado. Y escribiendo esto resulta raro ya que, desde siempre, cuando leemos o vemos una bonita historia de amor queremos que los protagonistas de dicha historia terminen juntos y felices para siempre. Sin embargo, todo esto ha cambiado. Ya no sirve el tradicional final de cuento con su famosa frase final “y vivieron felices y comieron perdices”. Actualmente, la gente quiere ver una historia de amor en la que los dos amantes no pueden vivir su romance debido a unas determinadas circunstancias. En el cine y en la literatura tenemos muchos ejemplos sin embargo, en la vida real hay muchas historias de amor que tampoco tienen ese final feliz que todo ser humano desea. Y en esta entrada voy a hablar de un romance real frustrado pero, en especial, me centraré en una parte de la pareja. Voy a hablar de Fanny Brawne (1800-1865), cuyo romance con John Keats (1795-1821) lo podéis encontrar en la anterior entrada en la que escribí una review sobre la película Bright Star.

Para empezar a hablar de esta historia tenemos que remontarnos al 8 de diciembre de 1865 cuando el diario londinense Times publicó una esquela anunciando la muerte de Frances, mujer de Louis Lindon. Frances fue sobrevivida por su marido y dejaba tres hijos: Edmund (31), Herbert (27) y Margaret (21). Echándole un primer vistazo a estas primeras líneas, mucha gente no sabrá de quién estamos hablando ya que puede ser que se trate de una esquela más publicada por dicho periódico. Pero si digo que en 1818, Frances Lindon era conocida como Fanny Brawne y que en aquella época vivió un romance con el famoso poeta romántico John Keats, entonces, la perspectiva sobre esta mujer cambia completamente. Sin embargo, tuvieron que pasar 7 años más para que su historia con Keats saliera a la luz y que esa mujer que había permanecido en la sombra durante tanto tiempo, por fin, se le diera el lugar que merecía. Nadie sabía nada de su romance con el poeta y los únicos conocedores de esta historia eran sus tres hijos ya que Fanny no solo les habló de su historia de amor sino que también les enseñó los libros y cartas de Keats que conservó de aquella época. No obstante, Fanny les pidió que no le dijeran nada a su padre ya que éste desconocía por completo la existencia de este romance. Louis sabía que Fanny había conocido a Keats pero pensaba que solamente habían sido vecinos. Sus hijos guardaron el secreto de su madre hasta que su padre falleció 7 años después y es, en ese mismo momento, cuando todas las reliquias de Fanny sobre Keats salieron a la luz. Sus hijos vieron que podían hacer negocio gracias a todas esas cartas y no dudaron ni un momento en buscar posibles compradores. Pero antes que nada, me gustaría que viajáramos hasta 1818 y más concretamente a Wentworth Place (Hampstead) para relatar el romance entre Fanny Brawne y John Keats.

En 1818, Fanny contaba con 18 años y ella y su familia alquilaron una parte de la casa doble de Wentworth Place, que unos años atrás habían construido Charles Armitage Brown y Charles Wentworth Dilke. Fanny vivía con su madre y sus dos hermanos pequeños ya que su padre había muerto unos años antes. En este lugar Fanny conoció a una sociedad muy atractiva y variada donde los oficiales de diferentes lugares, como en toda buena novela de época, parecían gozar de una presencia más que notable. Algunos escritos describen a Brawne como una chica pequeña, de pelo castaño, ojos azules y no especialmente guapa pero su gran personalidad sobresalía por encima de su físico resultando muy atractiva para la gente. Fanny era una chica inteligente, realista y poseía un gran sentido del humor. Una de sus grandes pasiones era la moda conociendo, de esta manera, el valor de la elegancia y poniéndolo en práctica. En ese mismo año, Fanny conoció a través de los Dilkes a John Keats. Su primer encuentro resultó cordial y Fanny disfrutaba de su compañía ya que encontraba al poeta inteligente y de buen humor. Sin embargo, muchas veces, el estado de ánimo de éste se veía afectado por la delicada salud de su hermano pequeño Tom quién, poco después, falleció a la temprana edad de 19 años. La muerte de su hermano le afectó profundamente y es en ese instante cuando Fanny empieza a ser una parte importante en la vida de Keats. Hasta ese momento, y seguramente por la enfermedad de su hermano, el poeta no se había fijado en Fanny sin embargo, cuando Tom muere Fanny le muestra todo su apoyo y comprensión y es aquí donde su historia irá cogiendo forma.

Tras la muerte de su hermano, Keats se va a vivir con su amigo Charles Brown a Wentworth Place compartiendo de esta manera la otra mitad de la casa donde viven los Brawne y es aquí cuando la chica de ojos azules va produciendo poco a poco una grata impresión en el poeta. Sin duda, la presencia de Brawne despertaba en el joven sentimientos que le confundían, pero a la vez su atracción hacia ella era cada vez más fuerte. Sin embargo, a pesar de esta atracción, Keats no conseguía entenderla debido a sus diferentes personalidades. En algunas de sus cartas, Fanny cobra una notable presencia donde la define como una chica bonita, elegante, un poco frívola, rara y que muchas veces riñen el uno con el otro. Lo que el poeta no sabía era que, con el paso del tiempo, la poesía y Fanny serían para él una misma cosa.

Poco tiempo después, ocurrió lo inevitable y Keats se enamoró completamente de Fanny Brawne siendo éste un amor correspondido. Un año después, en 1819, Fanny y John se comprometieron pero su compromiso fue llevado con la máxima discreción. La razón por la que quisieron ocultar su compromiso fue porque Keats había dejado su carrera de medicina para dedicarse a la poesía y por aquél entonces, su futuro literario no parecía ser muy óptimo y no era considerado un buen partido. La madre de Fanny no prohibió el compromiso pero no quería que se hiciera público hasta ver si la carrera de Keats mejoraba. En ese mismo año, el poeta realizó un viaje que le mantuvo alejado de Fanny por lo que él y ella mantuvieron una emotiva e incluso celosa correspondencia en la que Keats hablaba sobre el amor y la muerte. Un año después, en 1820, Keats cayó enfermo durante un viaje a Londres. Tosió sangre y en ese momento se dio cuenta de lo que le iba a ocurrir. Sabía que esa sangre le marcaría el camino hacia sus últimos días. Cuando se supo que Keats tenía tuberculosis, Fanny raramente lo pudo visitar debido a su delicado estado de salud y como solución se pasaban notas para poder comunicarse entre ellos. Debido a su estado, el doctor de Keats decidió que el poeta debía viajar a Italia ya que allí el clima era mucho más cálido y, por lo tanto, más adecuado para su delicada salud. Antes de viajar, Keats volvió a Wentworth Place para estar con Fanny pero la madre de ella, incluso viendo el delicado estado de salud del poeta, no les dio su permiso para casarse. No obstante, la señora Brawne decidió que cuando John volviera de Italia sí que podría contraer matrimonio con su hija. Durante su estancia en Roma, Keats estuvo acompañado por su amigo Severn y gracias a la correspondencia que iba llegando de Roma Fanny sabía del estado de su amado. Allí, el poeta vivió un infierno siendo sus hemorragias cada vez más dolorosas e insoportables. Su amigo Severn estuvo a su lado y temía que el joven pudiera quitarse la vida ya que el dolor era cada vez más fuerte. Fanny cada vez estaba más convencida de que no volvería a verlo y, por desgracia, no se equivocó. Poco tiempo después, un viernes del 23 de febrero de 1821 y poco antes de medianoche, John Keats moría en los brazos de su inseparable amigo debido a la tuberculosis. Contaba con tan sólo 25 años de edad y su cuerpo fue enterrado en el cementerio Protestante de Roma. La muerte de Keats deprimió de tal manera a Brawne que hizo que ésta se cortara el pelo, vistiera de luto y llevara el anillo que el joven le regaló hasta el día de su muerte.

Doce años más tarde de la desaparición de Keats, Fanny se casó y tuve tres hijos. A partir de aquí llevó una vida normal como la de cualquier otra persona. Sin embargo, y mientras estoy escribiendo estas líneas, lo que más me entristece ver es lo que fue la vida de Keats y lo que es ahora su legado. En otras palabras, la poesía de Keats no fue bien recibida cuando él vivía y pudo ver como su trabajo no era recompensado. Más tarde, muere con tan solo 25 años de edad dándole así un aire trágico a su vida. No obstante, lo que más me entristece es que el joven murió pensando que era un fracasado ya que su poesía no parecía ser entendida. Actualmente, casi 200 años después de su muerte, John Keats es uno de los grandes nombres de la poesía romántica pero esto él nunca lo sabrá. Pero centrándonos en Fanny Brawne, en este sentido, también tenemos que pensar que ella vio como la fama y el prestigio de Keats como poeta crecían después de su muerte y ella no dijo nada sobre su relación permaneciendo completamente en el anonimato. Sin embargo, 8 años después del fallecimiento de Keats, Charles Brown le pidió permiso a Fanny para que hablara de su romance en la biografía que éste estaba preparando sobre el poeta. Fanny le dio su consentimiento pero sin utilizar su nombre. Por lo tanto, a medida que la fama de Keats iba creciendo todo el mundo se preguntaba quién era esa misteriosa mujer con la que el joven había compartido sus últimos años de vida.

Si volvemos a 1872, cuando el marido de Fanny, Louis Lindon, fallece podemos ver que los hijos de Fanny venden las cartas que su madre había mantenido de Keats. En un principio, podemos pensar que la publicación de estas cartas despertaría la atención y la admiración de muchos pero, sin embargo, ocurrió todo lo contrario. La presencia de Fanny no fue entendida y para muchas personas ridiculizó a Keats a los ojos del mundo. Durante la época victoriana, las cartas de Keats a Fanny fueron tachadas de altamente emocionales, manipuladoras e incluso crueles. Sin embargo, hoy en día y seguramente debido al cambio de mentalidad de la sociedad, estas cartas están consideradas como las más bonitas jamás escritas, pero en el siglo XIX esto fue diferente. La gente que leyó las cartas no consideró a Fanny digna de Keats ya que la consideraban una niña inmadura y frívola y dijeron que debió destruir las cartas no solo por respeto al poeta, sino por ella misma. Incluso llegaron a decir que se alegraban de que el poeta hubiese muerto antes de casarse con Fanny ya que el carácter de la chica lo hubiese destruido.

Tuvo que pasar mucho tiempo, concretamente hasta 1937, para que Fanny Brawne consiguiese su redención. El motivo es que se publicaron una serie de cartas de Fanny a Frances Keats, hermana del poeta, en la que se veía el amor que Brawne sentía por el joven. En ese momento, la gente empezó a pensar que si Keats escribió esas cartas a Fanny sería porque el sentimiento era mutuo y la perspectiva hacia Brawne comenzó a cambiar. Muchas personas se preguntan si Fanny quiso de verdad a Keats. Eso no lo podemos saber ya que ella no está pero lo que no se puede dudar es que se convirtió en la gran pasión e inspiración del poeta. Además, en las cartas que se guardan de los últimos meses de vida del joven, se puede ver que el amor que tenían el uno por el otro creció considerablemente. Mucha gente se pregunta por qué Fanny guardó todas esas cartas. ¿Quería hacer negocio con ellas sabiendo que Keats ahora era una figura importante? ¿Lo hizo porque Keats fue el gran amor de su vida y era lo único que tenía de él? Seguramente habrá gente que apoyará una teoría u otra. Incluso hay personas que afirman que Fanny no entendió el trabajo de Keats. Le preocupaba su poesía porque a él le preocupaba pero nada más. No se sabe si Fanny quiso al Keats poeta pero de lo que no hay duda es que Brawne amó al Keats humano, al hombre.

Podemos ver que el legado dejado por Fanny Brawne es contradictorio. Unos la adorarán por ser la inspiración de uno de los grandes poetas ingleses del siglo XIX y otros la odiarán ya que no la creían digna del mismísimo Keats. Así que cada uno es libre de posicionarse en el bando que crea más conveniente. Lo que no hay que obviar es que Fanny Brawne es una mujer que no deja indiferente a nadie. Hay que decir que solamente se conocen las cartas que Keats le mandó a Fanny y no las de ella ya que sus cartas fueron destruidas después de la muerte del poeta. Por lo tanto, no tenemos una imagen muy clara de Fanny Brawne. Es posible que esas cartas sean la clave para conocer la personalidad de la mujer más importante en la vida de Keats. Por desgracia, eso ya no es posible y será parte del misterio. Pero eso es lo bonito de este tipo de historias. A veces, cuando no tenemos toda la información la gente especula o fantasea sobre quién pudo ser esa persona o que pudo pasar manteniendo de esta manera un aire romántico y mágico en la historia. Tal vez sea eso. Un escritor crea historias y muchas veces su propia vida pasa a ser una historia. Lo único que sí podemos saber es que Fanny y John se querían pero, por circunstancias de la vida, su amor nunca pudo tener un final feliz. Es una historia de amor trágica e inmortal que ha despertado el interés de muchos. Tal vez sean esas cartas las que mantienen vivo el romance entre el poeta y su musa. Una vez mi profesor de literatura en el instituto, Xavi Alcácer, nos dijo que una persona muere, no cuando deja este mundo, sino cuando la gente ya no la recuerda. Y éste puede ser el caso de este romance. Esta historia de amor murió cuando la tuberculosis se apoderó de Keats pero perduró en el corazón de Fanny Brawne. Cuando Fanny se fue de este mundo este romance desapareció. Sin embargo, esas cartas reavivaron su recuerdo haciendo que personas anónimas que nunca habían conocido a esta pareja se interesaran por este romance manteniéndolo vivo. Y, seguramente, futuras generaciones harán lo mismo haciendo eterna a esta bonita historia de amor. Para terminar voy a incluir dos cartas que John Keats escribió a Fanny Brawne para que os hagáis una idea de las palabras que el poeta dedicó a su amada:

13 de octubre de 1819.

Mi queridísima niña:

Me he puesto a pasar en limpio algunos versos, pero no me da ningún gusto trabajar. Tengo que escribirte una o dos líneas y ver si eso me ayuda a alejarte de mi espíritu aunque sea por unos instantes, no puedo existir sin ti. Todo lo olvido salvo la idea de volver a verte. Mi vida parece detenerse ahí: más allá no veo nada. Me has absorbido.

En este mismo momento tengo la sensación de estar disolviéndome...Si no tuviera la esperanza de verte pronto me sentiría en el colmo de la desdicha. Tendría miedo de separarme, de estar demasiado lejos de ti. Mi dulce Fanny, no cambiará nunca tu corazón?, Amor mío, no cambiarás? Alguna vez me asombró que los hombres pudieran ir al martirio por su religión. Temblaba de pensarlo. Ahora ya no tiemblo; podría ir al martirio por mi religión- El amor es mi religión-, y podría morir por él....

Me has cautivado con un poder que soy incapaz de resistir; y sin embargo lo era hasta que te vi; y desde que te he visto me he esforzado a menudo en razonar contra las razones de mi amor. Ya no puedo hacerlo, el dolor sería demasiado grande. Mi amor es egoísta. No puedo respirar sin ti....

Tu afectuoso
JK

(?) de febrero de 1820

Mi queridísima Niña:

Según todas las apariencias tengo que estar separado de ti tanto como sea posible. Cómo seré capaz de soportarlo, o si no será peor que tu presencia ocasional, no puedo decirlo. Tengo que ser paciente, y entretanto tienes que pensar en ello lo menos posible. No permitas que detenga por más tiempo tu ida a la Ciudad - puede que no haya final a este encarcelamiento.

Quizás sea mejor que no vengas antes de mañana por la tarde: sin embargo envíame sin falta un buenas noches. Conoces nuestra situación - la esperanza que hay si yo me recuperara tan pronto - mi propia salud no me tolerará que haga ningún esfuerzo.

Me han recomendado que ni siquiera lea poesía y mucho menos que la escriba. Desearía tener un poco de esperanza. No puedo decirte olvídame - pero diría que hay imposibilidades en el mundo. No más de esto - No soy lo suficientemente fuerte para quitarme el hábito - no hagas caso de esto en tus buenas noches. Ocurra lo que ocurra yo siempre seré, tu queridísimo Amor

Tu afectuoso
J.K.

sábado, 10 de marzo de 2018

Caroline Mathilda & Johann Struensee



Mantuvo un turbulento romance con Johann Friedrich Struensee, el médico de Palacio.

La vida de una princesa real es a menudo infeliz, destinada a ser un peón en las alianzas cambiantes entre las naciones, obligada a abandonar su hogar, y su familia a vivir en un país extranjero donde, por lo general, no sabía el idioma. , aislada de algo familiar, era una maravilla que la mayoría de ellos no se volvieran locos por la tensión y la tensión que tenían. Por cada Leonor de Aquitania, de carácter fuerte y más capaz que la mayoría de los hombres, o Catalina la Grande en la historia, había princesas como Catalina de Braganza y María Teresa de Francia que encontraron su lugar en la corte usurpado por una puerta giratoria de deslumbrantes amantes.

Y luego estaba Caroline Mathilde, Reina de Dinamarca, casada con su primo hermano Christian VII a la tierna edad de 15 años. Nacida en honor a Augusta, Princesa de Gales, después de la muerte inesperada de su esposo, Frederick, Príncipe de Gales, Caroline Matilda. creció en Kew y en Leicester House en Londres. Como nunca había conocido a su padre, no carecía de sustitutos en sus cuatro hermanos. Según la mayoría de las versiones, tuvo una infancia idílica que terminó abruptamente con su bethrothal a Christian VII. El embajador danés hizo el trabajo de la nieve, convenciendo al hermano de la princesa, Jorge III, de que Christian era un príncipe virtuoso, sobrio y afable, el modelo rey, pero en realidad no importaba si ladraba como un perro, el matrimonio era apuntalar el tradicional vínculos entre los dos países, el control del poder de Francia y para fortalecer la religión protestante. Sin duda, Jorge III pensó que Caroline Matilda debería sentirse halagada de que llegaría a ser reina, ya que su hermana mayor, Augusta, tenía que conformarse con el duque de Brunswick.

La pareja real se casó por poder en octubre de 1766, y su hermano reemplazó al novio. Caroline sollozó durante toda la ceremonia y sollozó todo el camino hasta Copenhague. Hubiera sido sorprendente si le quedaban lágrimas para llorar cuando conoció a su marido por primera vez. El rey Christian de Dinamarca no solo era un cuco para las chupadas de coco, sino que ni siquiera quería ser rey. Parecía un niño, esbelto, con el pelo tan pálido que no necesitaba polvilarlo.

Cuando era niño, los tutores de Christian lo golpearon y torturaron, tratando de hacerle un hombre. Para sobrevivir, Christian se había retirado a un mundo de fantasía, lleno de sueños extraños. Había heredado el trono a la edad de 17 años, y después de un buen comienzo, se aburrió de las responsabilidades, dejando montones de documentos sin leer durante días, mientras que sus compañeros pasaban el tiempo jugando bromas pesadas. Por la noche pasaba la mayor parte de su tiempo en los burdeles de Copenhague, y complaciendo su gusto por la destrucción. También era conocido por ser violento con las mujeres, pero los cortesanos de la corte real sintieron que se establecería una vez que se casara.

Caroline Matilda había sido criada lejos de la corte y no tenía idea de cómo navegar por las complejidades de la vida en la corte. Al igual que María Antonieta, unos años después, no le permitieron traer a una sola dama de Londres con ella. Solo su ajuar y una carta de su hermano para leer, sermoneándola sobre cómo comportarse mientras viajaba en el yate real. La única amiga que ella hizo, Louise van Preussen, fue enviada en desgracia. La víbora en el nido era la madrastra de Christian, Juliane-Marie, quien en los modos incestuosos de la realeza europea era la cuñada de la hermana Caroline Matilda, la princesa Augusta. Juliane-Marie era una mujer piadosa de cuello rígido cuyo único objetivo en la vida era ver a su propio hijo en el trono. Se informó que incluso había intentado envenenar al príncipe Christian cuando era niño, pero fue salvado por una criada de pensamiento rápido. Si Caroline Matilda había esperado encontrar a una suegra compasiva, estaba ladrando el árbol equivocado.

Al principio, Caroline Matilda tenía la esperanza de que su matrimonio fuera un éxito después de todo. Christian, fascinado por su nueva novia, se apresuró a abrazarla cuando se conocieron. Sus ministros respiraron aliviados.

Pero en cuestión de días, Christian decidió que no le gustaba estar casado. Volvió a su antigua forma de soltero de golpear los puntos calientes con su séquito, destruyendo patrones y escogiendo peleas. Caroline Matilda estaba descontenta y descontenta, y se aseguró de que su hermano lo supiera con sus letras apenas veladas. Sin embargo, dejó en claro que no quería ni necesitaba su consejo, que confiaría en su propio juicio. Caroline se aplicó a la vida en la corte, aprendiendo danés. Aburrida de estar encerrada en las puertas todo el día, se dedicó a recorrer las calles de Copenhague acompañada de un lacayo y una dama de compañía. Como el Príncipe se negó a ir a su cama, ella ni siquiera pudo cumplir su papel más básico, y le dio al reino un heredero. Caroline Matilda, aunque no era hermosa, era encantadora y vivaz. Rubia y bochornosa, tenía un cutis durazno y crema que era la envidia de muchos. Mientras que su marido no estaba interesado, había muchos hombres en la corte que lo estaban, y hubieran estado más que felices de consolar a la deprimida Reina.

Fue solo el pensamiento rápido de los ministros de Christian lo que salvó el día. Le susurraron al oído que la falta de un heredero podría convencer a sus súbditos de que era impotente. Eso fue suficiente para que su marido volviera a su cama el tiempo suficiente como para concebir al heredero tan esperado que se llamaba, qué más, Frederick. Aun así, el nacimiento de un heredero no hizo nada para cambiar la forma de ser de Christian o para estabilizar su inestabilidad mental. De hecho, estaba empeorando. Mientras viajaba de incógnito por Europa a Inglaterra, Christian conoció a un médico alemán llamado Johann Struensee, que había estado investigando trastornos mentales. Parecía tener un efecto calmante sobre el Rey. Christian estaba tan conmovido con él que insistió en que Struensee viniera por el resto de la gira.

A los 30 años, el nuevo amigo del Rey era guapo y ambicioso, de casi un metro ochenta de altura, hombros anchos y penetrantes ojos azules. Streunsee, que había estado trabajando arduamente en las provincias, aprovechó la oportunidad de hacerse un nombre. Tenía un efecto calmante sobre el joven príncipe, mezclando remedios para la resaca, persuadiéndolo para que se interesara en su papeleo. Su prescripción de aire fresco, ejercicio y reducción de la bebida que comenzó a hacer maravillas. Struensee afectó a un comportamiento modesto y humilde, pero cualquiera que se molestara en profundizar profundizaría en la cruda ambición que acechaba en sus profundos ojos azules.

Se ganó a Caroline Matilda después de que la trató por lo que Eleanor Herman cree que pudo haber sido una enfermedad venérea particularmente dolorosa que le quitó a su esposo. La escuchó, la primera persona en hacer desde Louise von Preussen. Extasiada por tener un amigo, pronto Caroline Matilda exigió que Struensee fuera a visitarla todos los días, a veces 3 o 4 veces al día. Era un caso clásico de una chica joven y romántica que se enamora de un hombre mayor y experimentado. Struensee era amante, maestro y figura paterna, todo envuelto en un cuerpo masculino alfa. Pronto se dio cuenta de cómo podía sacar ventaja de la situación para no solo tener al joven rey, sino también a su Reina dependiente de él. Por sugerencia de Struensee, Caroline Matilda comenzó a montar a caballo, convirtiéndose en una valiente jinete. Él ahora comenzó la fase dos de su plan, para convencerla de hacerse más políticamente activa. Él le dijo que era solo cuestión de tiempo antes de que Christian ya no estuviera en su sano juicio, y que le correspondía a ella tomar las riendas del poder antes que sus enemigos.

En 1770, Struensee y Caroline Matilda eran amantes. Para Caroline Matilda, Streunsee debe haber parecido un caballero con un estetoscopio. Después de los balbuceos de su marido, hacer el amor con alguien que sabía lo que estaban haciendo debe haber sido una revelación. Feliz y enamorada por primera vez, Caroline Matilda podía permitirse ser compasiva con su esposo. Christian, lejos de sentirse traicionado, estaba bastante feliz de que su esposa tuviera a alguien que pudiera satisfacer sus necesidades. Ahora había tres de ellos en el matrimonio, pero a ninguno de ellos parecía importarle. Christian estaba cómodo en compañía de su esposa y médico, se inquietó si no estaban cerca. Struensee cenó con la pareja real varias veces a la semana. Mientras Caroline Matilda y Struensee se ocupaban de los asuntos del gobierno, el Rey podía vivir en su pequeño mundo. Solo se despertó lo suficiente como para firmar su nombre en documentos oficiales.

Matilda estaba tan feliz que hizo la vista gorda ante las ambiciones de su amante y sus otros asuntos. Alentada por Struensee, ella incluso comenzó a vestirse con ropa de hombre, vestida con pantalones de piel de ante, chaleco y saco, su cabello colgando en una trenza, cabalgando a horcajadas como un hombre. Christian, Matilda y Struensee se mudaron al apartado palacio de Hirscholm, en una isla no muy lejos de Copenhague. Allí, Caroline Matilda dio a luz a una hija llamada Louise en 1771. El embarazo y el nacimiento fueron un secreto, y la gente de Dinamarca quedó sorprendida de saber que tenían una nueva princesa. Sin embargo, nadie en la corte se engañó acerca de quién era el padre, todos sabían que era Struensee aunque Louise se crió como una princesa danesa.

Caroline Matilda lo nombró su lector oficial y secretario privado del Rey, lo que lo convirtió en consejero. Streunsee estaba decidido a que Dinamarca fuera una nación moderna y actualizada, capaz de competir con el resto de Europa. Desafortunadamente, no solo alienó al clero y la nobleza, a los poderosos enemigos que estaban horrorizados de que este advenedizo alemán no les quitara sus derechos y privaleges. Encontraron un oído bienvenido para sus quejas en la madrastra de Christian, la Reina Viuda Juliana, quien esperaba que una vez que se deshiciera de Struensee y Caroline Matilda, gobernara como regente hasta que el hijo de Christian alcanzara la mayoría de edad.

Pronto Caroline comenzó a creer que ella y Struensee eran otra Catalina la Grande y Potemkin, pero que no tenía ni la inteligencia de Catherine ni su conocimiento político. Dejó que el poder se le subiera a la cabeza y se deleitaba con los símbolos del poder. Se hizo concejal privado y conde, ordenó un nuevo carruaje dorado y ordenó a sus sirvientes usar uniformes. Mientras tanto, sus enemigos en el trabajo, compilando pruebas del asunto. Esparcieron polvos en la escalera secreta entre la habitación de Struensee y la de Caroline para buscar huellas.

Armados con pruebas, Struensee y Caroline Matilda fueron arrestados una noche después de un baile de máscaras. Christian se vio obligado a firmar órdenes cuando Juliana le dijo que se estaba formando una revolución contra Struensee y la Reina, y que el palacio estaba a punto de ser asaltado. Caroline Matilda se mantuvo lejos de su marido, para evitar que ella lo convenciera de su inocencia. Se le permitió llevar a la pequeña princesa Louise a su prisión de Elsinore, pero no al Príncipe Heredero, al que nunca volvió a ver. Cuando George III se enteró del adulterio de su hermana, no levantó una figura para ayudarla. Ignoró todas sus súplicas y quemó su correspondencia.

Mientras tanto, su amante fue torturada durante el interrogatorio. Struensee solo confesó después de que le dijeran que Caroline Matilda había sido arrestada y confesó. Luego fueron con Caroline Matilda y le dijeron que su amante había confesado todo. Al principio ella no les creyó, hasta que vio su confesión firmada. Ella misma solo firmó una confesión con la esperanza de que al hacerlo, la vida de Struensee podría ser salvada. En su juicio, la encontraron culpable y se divorció de su esposo. A pesar de su divorcio, ambos niños fueron considerados legítimos. Struensee fue ejecutado el 28 de abril de 1772. Caroline Matilda fue enviada al exilio en Hannover, en Celle.

A pesar de su exilio, nunca dejó de esperar que volvería a ver a sus hijos. Dio fiestas con tarjetas, hizo bordados y fue a la iglesia. El 11 de mayo de 1775, ella murió de escarlatina a la edad de 23 años. Al enterarse de su muerte, Jorge III se negó a dejarla enterrar en la Abadía de Westminster. En cambio, está enterrada junto a su tatarabuela en Celle. Su hijo gobernó Dinamarca como el Rey Federico VI.

Mientras que Caroline Matilda amaba profundamente a Struensee, la pregunta sigue siendo si la amaba o si era solo ambición de su parte. La respuesta puede ser la vida en lo que dijo cuando descubrió que Matilda había confesado "La persona que más amaba en el mundo ... ¿Qué he hecho ... deshonra ... vergüenza".