Esta es una historia muy bella y reconfortante que tuvo lugar en Hefei, la capital de la provincia de Anhui, al este de China. Es una prueba de que la amistad verdadera tiene el poder de trascender la muerte y crear hermanos no consanguíneos auténticos, hermanos que la vida nos regala. Durante los últimos 11 años, Sheng Ru-zhi, una viuda solitaria que perdió a su hijo debido a la leucemia, ha estado al cuidado de los amigos de la adolescencia de su hijo fallecido.
Todo empezó en 2001, cuando al entonces adolescente Zhang Kai le diagnosticaron la mortal enfermedad. Siete de sus amigos más cercanos del colegio lo visitaban constantemente en su casa, cuidando de la madre y del hijo.
Cuando Zhang murió en 2004, la señora Sheng quedó devastada y pensó que tendría que arreglárselas sola por el resto de su vida. Pero los siete amigos tenían otros planes. Siguieron visitándola, como de costumbre, y cuidando de ella como lo habría hecho Zhang.
La señora Sheng todavía recuerda el momento en que se dio cuenta que no pasaría el resto de su vida en soledad:
“Estaba sola en ese momento, con mi corazón destrozado sintiendo la falta de mi Zhang”, recuerda la mujer. “Pero ellos regresaron y llenaron mi casa de vida nuevamente”.
Sin embargo, la señora Sheng jamás llegó a imaginar que los amigos de la infancia de su hijo seguirían haciendo sus visitas durante tanto tiempo. Actualmente todos son adultos, algunos ya se graduaron de la universidad y están trabajando, mientras que otros se casaron y hasta hijos tienen. Pero todavía reservan un tiempo para la madre que adoptaron, sin importar lo lejos u ocupados que se encuentren.
“Son como mis propios hijos”, dice con orgullo la señora Sheng.
Uno de sus mejores recuerdos tuvo lugar en 2008, cuando uno de los jóvenes llamado Li Fei le llevó suministros durante una violenta nevada.
“Está muy resbaladizo allá afuera, es mejor que la Señora se quede en casa”, le dijo Li a Sheng. “Si estos suministros no son suficientes, llámeme y le traeré un poco más”.
Durante un fuerte sismo ese mismo año, fue Fu Xiao-Zheng quien acudió en su auxilio. La mayoría de los vecinos había abandonado el edificio, pero ella permaneció en el interior, sin saber qué hacer.
“Había mucho ruido allá afuera y me metí en la cama con miedo”, contó la mujer. Pero Fu apareció en la puerta para calmarla.
“Madre, aquí estoy, quédate tranquila”, le dijo a la señora Sheng que terminó pasando algunos días con la familia de Fu hasta que las cosas volvieron a la normalidad.
En 2010, Fu, Li, y los otros cinco amigos se convirtieron oficialmente en ahijados de la señora Sheng, y en 2012, cuando perdió su apartamento por un embargo del gobierno, los siete contribuyeron con 40 mil yuanes para ayudarla a encontrar un nuevo hogar. Mientras construían su nueva casa, la mujer pasó tres meses mudándose entre las casas de los muchachos, que peleaban por el turno de darle albergue a su madre.
Fu, que vive más cerca de la señora Shang, continúa haciendo sus visitas cada semana. Cuando alguien de la prensa preguntó por sus motivos, simplemente respondió:
“Es por qué vivo cerca y tengo tiempo de visitar a mis madres”. Se rehusó a hablar demasiado con los medios de comunicación, insistiendo en que sus amigos y él no estaban haciendo nada extraordinario.
“Cuidar de la señora Sheng es responsabilidad de todos”, dijo. “Así pasen 10, 20 o 50 años, seguiremos cuidando de ella”.
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