martes, 30 de octubre de 2018

Vicente García Valero y Emilia Vidal



En el Cementerio General de Valencia existe un nicho que esconde una historia de amor, obsesión y terror. Una historia real, más propia de un relato enigmático o sacada de una película con tintes de misterio.

Todo comenzó allá por el año 1877, cuando un joven valenciano, Vicente García Valero, de 20 años y actor de profesión, sobornó a golpe de dinero a una persona para recuperar el cuerpo de lo que más amó en vida y que la muerte le arrebató: su amada.

Aquel sobornó fue realizado al sacerdote que pocas semanas atrás había enterrado a Emilia Vidal Esteve, novia del actor y de 18 años fallecida por unas fiebres, en una fosa común con más cuerpos porque la familia de la joven no podía costearse un enterramiento digno.

Tras las intentonas de García Valero, y la exhumación clandestina realizada un 24 de diciembre de 1877, nuestro protagonista pago por entonces 50 pesetas de la época por un nicho, las cuales le valieron para adquirir a un precio desorbitado el nicho 1501 del Cementerio Municipal de Valencia.

La avaricia le pudo al sacerdote y García Valero consiguió recuperar el cadáver de su enamorada y querida Emilia. Todo hasta aquí sería normal sino fuera porque en las memorias de García Valero, que Don Rafel Solaz (conocido por su ruta del Museo del Silencio o por su librería anticuaria Rafael Solaz) ha estudiado y que llevan por título “Páginas del pasado”, el actor cuenta cómo consiguió, tras arduas gestiones, recuperar el cuerpo el día de Nochebuena de 1877.

Curiosamente, aquí es donde empieza la historia de obsesión del actor, ya que al desenterrar y abrir el féretro, García Valero relató que la joven “parecía como dormida”, cuando en realidad su estado de putrefacción y descomposición debía de ser avanzado. El amor ciego que sentía el valenciano por su amada daría comienzo a una historia de obsesión que ha perdurado hasta nuestros días gracias al libro y al rescate de personas interesadas en la historia.

Vicente llegó a casarse con la hermana de su difunta esposa, Ángela, donde fruto de este matrimonio tuvieron una hija, a la que curiosamente llamó como la fallecida, Emilia. Su obsesión era tal, que cada año, durante muchos años, mandaba todos los 1 de noviembre dinero al cementerio para que limpiaran el nicho y lo adornaran de flores, tal y como relata en el libro que el mismo escribió, “Páginas del pasado”.

La desgracia le llegó de nuevo, puesto que su hija falleció, donde además le llegó nuevamente la muerte de su esposa. La muerte de su hija quedaría en segundo plano si no fuera por el testimonio de un cartero, que tras entregar el correo justamente el día que murió la hija de Vicente, de 4 años de edad, éste abrió la puerta para recibir la correspondencia llevando a su hija en brazos. Al ver el cartero la niña en brazos y dormida, le preguntó si estaba dormida y García Valero respondió “no, está muy dormida, esta muerta”

Para más INRI, la obsesión del actor no acabaría aquí, ya que se volvió a casar con otra hermana, Amparo, pero es quizás cuando os preguntareis si Vicente creía, en sus pensamientos y convicciones, que con quien se casaba en realidad era con las hermanas o con Emilia.

Vicente, que como os hemos contado, vivió por y para el teatro entre Madrid y Valencia, donde su pasión por lo terrorífico se reflejaba en su libro y en los escenarios (le encantaban las calaveras y toda esa temática más propia del terror), marchó a vivir a Madrid en su segundo matrimonio. En el libro se refleja la pena y tristeza por haber establecido el domicilio habitual en Madrid, ya que por la distancia a pesar de poder atender las necesidades del nicho o encargarlas mejor dicho a golpe de dinero, no podía visitarlo.

Pero un día dejó de enviar dinero, al acercarse el 1 de noviembre de 1911, puesto que la situación económica empeoró. Pero como casi todas las historias, que tienen un final feliz, todo en la vida de Vicente García Valero no iba a ser desgracia. La suerte, quizás, o no…hizo que su amada le devolviera en vida toda aquella entrega y amor.

A su paso por una administración de lotería cercana al teatro Apolo, por casualidad, y al ver Vicente un décimo acabado en 1501, éste compró dicho número para el sorteo del 10 de octubre de 1912…y le tocó. Gracias al dinero premiado con el décimo, 6000 pesetas de la época, una fortuna, Vicente pudo seguir pagando los arreglos de la lápida cada primero de noviembre hasta su muerte el 12 de octubre de 1927.

Para dejaros con el misterio, en las investigaciones de Don Rafael Solaz sobre esta historia, se ha descubierto que junto a los restos de Emilia reposan la madre de García Valero y un niño de corta edad…

A pesar de esto, al parecer Vicente debe de estar enterrado en Madrid ya que no aparece en el registro del Cementerio Municipal de Valencia. Lo extraño del caso es que hace poco, en noviembre de 2015, alguien había colocado un ramo de flores en el nicho y no se cree que todavía quede algún familiar. ¿Es posible que el estudio de Rafael Solaz tal vez haya provocado que alguna persona se acuerde de Emilia y de Vicente? No cabe duda que el misterio seguirá siendo el hilo principal de esta historia. Así que, cada vez que paséis por delante del nicho 1501, seguramente lo veréis con otros ojos después de leer estas lineas.

Por cierto, en el último año alguien que conoció la historia a través de las redes sociales, en una visita al Museo del Silencio o por Cuarto Milenio, desde entonces sitúa flores todos los 1 de noviembre (desde hace unos cuantos años) al lado del nicho 1501…

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