jueves, 28 de junio de 2018

La princesa cisne



La leyenda que nos ocupa la protagoniza nada más y nada menos que Oengus, a quien se le conoce por otros sobrenombres como Mac Oc, uno de los personajes más importantes de la tradición irlandesa considerado una divinidad protectora y Dios del amor que desataba verdaderas pasiones allí por donde pasaba debido a su hermosura y carácter.

Podría pues haber tenido a la muchacha que quisiera, pero él suspiraba por un amor desconocido; una joven hermosa de piel blanquecina como la nieve, largo cuello, frondosa melena rubia y ojos negros que caprichosamente se le apareció en sueños una noche cualquiera. Y a esa noche le siguió otra y otra, y nuestro Dios cada vez se enamoraba más de ella.

Día tras día, sin saber ni tan siquiera su nombre, la buscó con ahínco sin ninguna suerte, hasta que llegó un momento en el que la desesperación le hizo caer enfermo y no pudo seguir buscando. Ante esta situación la madre de Oengus, la diosa Boyne, le interrogó. Su hijo le contó lo que ocurría y ella decidió ordenar que buscaran a la doncella por toda Irlanda; así se hizo, durante un año completo sin resultado alguno.

El estado de nuestro Dios seguía empeorando por momentos, así que Boyne decidió solicitar la ayuda de otros dioses hasta que finalmente, transcurridos tres años, llegaron buenas noticias: habían encontrado a la misteriosa mujer, vivía en un lago, se llamaba Caer y era la hija del rey Ethal.

Oengus al fin sabía a quién buscaba y dónde estaba. Las buenas nuevas hicieron las veces de elixir curativo para el Dios que raudo y veloz partió en busca de la jóven de sus sueños. Y la encontró, junto a otras 150 mujeres emparejadas con cadenas de oro, pero cuando iba a declararle su amor sobrevino la tragedia: Caer se convirtió en cisne, al igual que el resto de muchachas se encontraba bajo un hechizo por el cual cuando amanecía se transformaba en cisne y volvía a su forma humana por las noches. En ese instante Oengus supo que no podría amar por completo a Caer como ansiaba a no ser que…

No lo pensó dos veces. Hincó la rodilla en el suelo, se acercó todo lo que pudo a su amor convertido en cisne y la susurró cómo había suspirado por ella todos los días desde aquél que se le apareciera en sueños; que haría lo que fuera por estar a su lado, que no le importaba nada más que ella. Todo siguió igual y los ojos del donjuán se llenaron de lágrimas hasta que de repente la pasión entre ambos obró el milagro y Oengus se convirtió en cisne.

Según la leyenda Caer y Oengus se fueron a vivir al palacio de este último y jamás se separaron, ni cuando estaban en su forma humana ni cuando mutaban en cisnes. También se decía que cuando surcaban justos las aguas transformados en cisnes emitían al unísono un precioso sonido ante el que los que lo escuchaban caían plácidamente dormidos durante tres días.



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