viernes, 2 de septiembre de 2016

Vivian Boyak y Nonie Dubes



Adiós a 72 años de silencio, a 72 años de prejuicios, de engaños y de represión. Esta es una ceremonia que debía haberse celebrado hace mucho, mucho tiempo. Frente a la reverenda Linda Hunsaker, dos viejecitas sentadas en sillas de ruedas se dan la mano al tiempo que alzan la cabeza, atentas a las palabras de la religiosa como lo harían dos niñas en el colegio.


72 años antes, Vivian Boyack (91) y Alice ‘Nonie’ Dubes (90) eran dos jovencitas que se criaron en un pequeño pueblo del medio oeste americano. Corría el año 1942 y, mientras se conocían y se enamoraban, poco les importaba que el mundo entero se estuviera desangrando en las trincheras de la Segunda Guerra Mundial, o que faltaran un cuarto de siglo para que los célebres disturbios del Stonewall Inn abrieran paso a la reivindicación de los derechos de los homosexuales. Quedaban muchos, muchísimos años más para que las parejas del mismo sexo pudieran hablar de su amor en público, darse la mano por la calle o plantarse delante de un altar.


Pero allí estaban ellas, en mitad de un siglo que prohibía su amor. Se habían conocido y se habían dado cuenta de que querían pasar el resto de sus vidas juntas. Qué le iban a hacer.


A lo largo de los años siguientes, Boyack y Dubes se mudaron a Davenport, también en Iowa, donde una de ellas ejercía como maestra de escuela mientras la otra trabajaba como administrativa. Allí, a orillas del río Mississippi, su vida en pareja fue avanzando a lo largo de los años como lo haría la de cualquier otra. De puertas para dentro, eso sí: “Creo que mucha gente lo sabía, pero nunca dijeron nada. Y nosotras tampoco lo contábamos. Si querían saber sobre nosotras, era su problema, no el nuestro”, relataba hace unos días Dubes a The Guardian.


Y entre tanto, viajaban de aquí para allá a lo largo y ancho de los EEUU, Canadá y también Reino Unido. “Hemos estado bien a lo largo de todo este camino”, añadía Dubes, “con nuestros momentos mejores y peores, supongo, pero así es como funciona cualquier relación”.


No fue hasta el año 2009 cuando el estado en el que residían legalizó los matrimonios homosexuales. El cambio legal les pilló rozando los noventa, pero tomaron la decisión igualmente. El hecho de que el suyo haya sido un amor silencioso, discreto, amparado por el silencio connivente de su comunidad, no quita para que tenga un final bajo los focos. Tuvieron que callar durante 72 años. Demasiado tiempo.


Así que allí estaban ellas la semana pasada, vestidas de domingo en la iglesia de Davenport a la que llevan asistiendo media vida, agarradas de la mano, con una flor en la solapa, sentadas en sus sillas de ruedas.

Y la pregunta más hermosa que pudieron haber escuchado, fue pronunciada:

¿PROMETES AMARLA HASTA QUE LA MUERTE LAS SEPARE?



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